Hace apenas dos años se «encarrilaba» la ‘Y’ vasca, el tren de Alta Velocidad que unirá las tres capitales vascas con Madrid y París. La vía es un sueño para miles de ciudadanos vascos, los que anhelan abrir una ventana a la idílica visión de sus verdes valles y su vigoroso mar. En abril del 2006, los gobiernos central y vasco llegaban al acuerdo para poner en marcha el programa de las obras, que se iniciaron poco después. La decisión dejaba atrás varios años de polémicas, dudas y retrasos.
El trazado es una de las infraestructuras más ambiciosas para el País Vasco en este siglo, y supone sustituir una construcción férrea del siglo XIX por otra del XXI. Con ella, Madrid, ciudad de destino preferente para miles de vascos estará a la vuelta de la esquina. Algo excelente para muchos pero, como está visto, para otros no.
La ‘Y’ vasca, objetivo de ETA
La banda terrorista ya había dejado su marca en el proyecto, con una treintena de ataques y sabotajes y tres atentados -además el asesinato de hoy- en el último año y medio. La banda terrorista ETA ha atacado con dureza a las empresas Construcciones Amenazar, Acciona y Fonorte, y Altuna y Uría, cuya flota de autobuses fue destruida el pasado mes de marzo por bandas etarras. Por si había dudas, la última intimidación se certificó en agosto pasado, en uno de sus comunicados al diario Gara, donde dejaba bien claro que la ‘Y’ vasca era su objetivo.
El desafío de ETA pondrá de nuevo a prueba la resistencia empresarial, política y social en el País Vasco contra el terrorismo. El lehendakari Ibarretxe había ofrecido recientemente un apoyo público explícito a las compañías adjudicatarias del proyecto. «El progreso es coger el tren, no ponerle bombas», exclamaba.
Pero es palpable que la amenaza terrorista ha contaminado parte de las opiniones sobre el impacto medioambiental de la obra en algunos lugares del País Vasco. También que para obtener altas velocidades se necesitan pendientes pequeñas, curvaturas amplias, lo que implica ciertas limitaciones en esa orografía, pero ello no explica -salvo por el miedo- la inhibición de algunos de los futuros beneficiarios del TAV o el rechazo militante a la Alta Velocidad.
Más cerca de París, pero ¡ay!, sobre todo de Madrid
Entre éstos últimos -los grupos ecologistas próximos a la izquierda abertzale, integrados en la plataforma contra el tren de Alta Velocidad (AHT Gelditu!/Parad el TAV- se ha observado algo más que las reticencias medioambientales. En sus mensajes queda implícito el reparo a la interconexión abierta con el resto de España, e incluso -como lo han explicado algunos de estos grupos- a la «excesiva dependencia» del País Vasco hacia el conjunto de España, ante la millonaria inversión. Se trata de una partida de 4.178 millones de euros del Gobierno de España y del Gobierno vasco, que contempla un desplazamiento de 11.600 viajeros al día.
En la memoria reciente surgen los precedentes en algunas obras públicas que fueron emblema de la resistencia contra el terrorismo, como la modificación de la autovía de Leizarán, que finalmente ETA logró. Y otros más antiguos, con marca de tragedia, como el cierre de la central nuclear de Lemóniz, tras el asesinato de ingenieros y trabajadores por parte de la banda terrorista. Tampoco dejó endeble el nacimiento del museo Guggenheim.
El TAV se estrenará en el 2010 y algunos de los argumentos del lehendakari aportan alguna luz a las incógnitas de por qué retrasar o rechazar un proyecto que multiplica las oportunidades de los habitantes de un país. Ibarretxe ha recordado a la sociedad vasca que el AVE unirá las tres capitales vascas, entre sí, «en menos de media hora» (lo que no plantea ningún problema), y permitirá conectar el País Vasco con París, Londres o Berlín. «Las capitales vascas seremos parada de metro europeo», anunciaba. Tenía razón el lehendakari. Pero también estarían (las tres capitales) más cerca de Madrid.
Chelo Aparicio