Los organizadores de la Vuelta Ciclista a España han tenido que hacer encaje de bolillos para conseguir un itinerario medio sugerente y, naturalmente, se han ido a los Países Bajos para comenzar la carrera. Con su socio francés, y la ayuda de Holanda y Bélgica, la ronda española ha podido concretar las veintiuna etapas.
Nunca habían tenido los organizadores tantas dificultades para encontrar ciudades que desearan ser final o punto de partida. Nunca jamás se habían topado con ayuntamientos que tras haber anunciado su deseo de albergar la Vuelta se hayan arrepentido. La crisis económica ha sido la causa directa. Ha habido incluso una provincia en la que las poblaciones más importantes desde el punto de vista industrial han renunciado a figurar en el recorrido oficial. Ha habido algún ayuntamiento que se ha decantado por invertir el dinero que cuesta la ronda en obras de tipo social. Habría sido razonable que los ciudadanos montaran en cólera al ver que el patrocinio impedía obras con las que crear empleos aunque transitoriamente.
La ronda española podrá decirse que ha perdido parte de su identidad con cuatro etapas en lugares como Bélgica y Holanda. El Tour amplía sus recorridos en países no siempre colindantes y ante la crisis actual recurrir a esta clase de recursos no es actitud insólita. Esta temporada faltarán varias pruebas tradicionales e importantes. La Semana Catalana y la Vuelta a la Comunidad Valenciana no están en el cartel y parece ser que en Castilla también habrá renuncias. El ciclismo español, pese a los éxitos internacionales de sus figuras, tiene una media lagartijera.
Julián García Candau