Conforme lo que se comentaba ayer, lo acordado en el Consejo de Administración celebrado en el día de la fecha, la titularidad privada de Endesa, alcanzada durante los Gobiernos de José María Aznar, había revertido a la condición pública, estatal, que antes tenía. La que fue primera empresa eléctrica nacional ha vuelto a ser pública. Pero no dentro del marco nacional español, sino con pasaporte extranjero.
Finalmente ejecutado lo que se convino entre ZP y Romano Prodi, con un pie en Ibiza y el otro en el desprecio de lo nacional -por discutido y discutible-, habremos de admitir los españoles que en el haber del zapaterismo está la «gibraltarización» ominosa del más estratégico sector de nuestra economía. El mundo de la energía. Roma ya es con ello, desde ahora, coronada la intermediación, centro de imputación de tres sedes: la religiosa del Vaticano; la política, del Quirinal, y la energética de Endesa.
El efecto sede de lo que fue el emporio eléctrico español lo conjugará y pronunciará el Estado italiano en primera persona. Cual si fuera una botella más de nuestro aceite de oliva, Endesa llevará, desde este jueves en adelante, una faja con los colores de Italia. Pero todo habrá sido como emblema de un propósito anidado entre las cejas del presidente Rodríguez desde que tomó asiento en la Moncloa. El propósito de que no quedase piedra sobre piedra ni nombre sobre nombre que recordaran los ocho años de los Gobiernos del Partido Popular.
La orgía de las discontinuidades entre un tiempo y otro de la Transición, que se extendió por las bases mismas del Estado y el mismo aire de las ideas nacionales sobre el presente, el pasado y el futuro de los españoles, tuvo foco preferente en el capítulo de los nombres y de los hombres que estaban al timón de las grandes corporaciones privatizadas durante el periodo aznarista. Todo por el grave motivo de que ellos eran, supuestamente, amigos o comisionados de quien había sido, desde 1996 hasta marzo de 2004, presidente del Consejo de Ministros.
Si el cambio en la presidencia de Repsol se resolvió en clave catalana, porque el dinero lo resuelve casi todo, no ocurrió lo mismo con Endesa porque ese «casi» es tan cierto como la luz del día, y como la entereza de las propias convicciones, conforme lo demostrado por Manuel Pizarro. En este caso de Endesa, al pinchar en hueso Ricardo Fornesa, presidente entonces de la Caixa, resultó lo más lógico que se fuera al traste la Opa de Gas Natural: por lo ridículo de su propuesta y pese al concierto de xilofón ejecutado por el presidente Rodríguez en el teclado de los órganos reguladores. La imagen del Estado de Derecho quedó a los pies mismos de los caballos. Al fin y al cabo, lo que importaba a ZP, como forjador de un régimen nuevo, era crear su propia clase de ricos de nueva generación (aunque algunos ya vinieran forrados por herencia) y ampliar -como al cabo ha sucedido, con su record de parados- la nómina de pobres.
Pues lo suyo, como el propio de Hugo Chávez, es el socialismo del siglo XXI. Pese a que el de éste sea un socialismo nacionalista, y el suyo un socialismo antinacional. Forrado, eso sí, con el membrete de «Gobierno de España». Resquemores así sobrevienen cuando, con el pañuelo, decimos «Adiós, Endesa, adiós».
José Javaloyes