Hace pocos días un diario de Seatle (USA) anunció el cierre de su edición impresa y su traslado a internet. No es el primero que se rinde a los pies de la Red en Estados Unidos y otras naciones del mundo occidental. Porque ya estamos más allá del umbral de un tiempo nuevo en el que los tradicionales diarios del papel no saben qué hacer ante el fascinante reto de la Red. Aunque una cosa es cierta: el periodismo digital ya es una imparable realidad, y los diarios del papel o desaparecerán, o tendrán que reconvertirse hacia una modelo de menos páginas, más opinión y menos información, porque las noticias viajan como rayos por internet, en texto, audio e imagen en acción.
Y todo esto lo sabía muy bien, y le gustaba analizarlo y debatirlo, Julio Alonso, un gran periodista español que acaba de morir tras soportar con una paciencia y sufrimiento ejemplar -tanto él como su familia- una mala y larga enfermedad. Julio, además de una persona excepcional, sabía de todo lo que concierne a la información. De la noticia, de su redacción -es autor de varios libros de estilo para periódicos y periodistas- y del diseño, del que era uno de los grandes de este país, con quien tuve el privilegio de trabajar, a sabiendas de que su estilo y su diagramación era seria, limpia, innovadora y buscadora de la credibilidad.
Pero sobre todo Julio ha sido un adelantado en España a la aplicación de los adelantos tecnológicos al periodismo escrito. Primero integrando todo lo que ofrecía la informática a la organización del trabajo en la redacción, y luego al diseño, la edición y la impresión. Nada le sorprendía y estaba al tanto de cualquier innovación, aunque su pasión era el diseño en prensa, del que ha dejado magníficas creaciones y revisiones en la hemeroteca de este país.
Ahora, en los últimos años, estaba prendado del diseño electrónico para internet, el que hubiera sido, sin lugar a dudas, su nueva pasión si su ya dañada salud le hubiera ofrecido esa oportunidad. Porque su formación y su inagotable curiosidad lo habían convertido en un compendio de todos los elementos que hay que «cocinar» para editar y lucir en un ordenador o en el papel el diario nuestro de cada día. Y, por supuesto, aquí incluido el contenido de la noticia, del titular o del artículo de opinión, sobre los que tenía, tanto gramatical como periodísticamente, un criterio excepcional y la autoridad y la sonrisa necesaria como para decirle al más presuntuoso de esta profesión que llevaba a su mesa un original eso de: «Tito, esto es una mierda, anda, sé bueno y escríbelo otra vez».
En el periodismo español se está acabando una época, un tiempo ya casi pasado que fue romántico, con olor a tinta y a papel, pero que empieza a ser sustituido en tecnología por otro más moderno y sin duda mejor. Pero no en lo personal, y Julio Alonso, que ya tenía puesto el pie en el estribo del nuevo tren de la comunicación para subirse y navegar por internet, es ejemplo de lo que ha sido, y debería volver a ser, el periodista completo y ejemplar. Con ideas claras, democráticas, y una leve sonrisa para mandar, sentado apaciblemente, y sin notoriedad, al fondo de la redacción.
Pablo Sebastián