Jaime Mayor Oreja se mostraba airoso y contemporizador con todos. Las primeras palabras de reconocimiento a su trayectoria por Mariano Rajoy le han servido para mostrar su agradecimiento al líder del PP y hacer explícito su «compromiso completo» en la tarea de llevarle a la Moncloa. En un país donde no se practica el deporte de hablar bien del ausente -decía Mayor tras ausentarse Rajoy a la cena de gala de los Reyes con el presidente Sarkozy- Mayor Oreja ha querido dejar por sentada su fidelidad a Rajoy, dejando atrás las discrepancias de la crisis interna.
El pequeño salón del Eurobuilding estaba repleto. Atentos a sus palabras, María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Manuel Fraga, Federico Trillo o José María Álvarez del Manzano, y antiguos colaboradores del político vasco como Ricardo Martí Fluxá y su tío, el inalterable Marcelino Oreja. Reinaba una cierta armonía en el nuevo pepé, donde las buenas maneras parecen haber triunfado sobre las trincheras, quien sabe si para recomponer una vieja amistad.
Su conferencia ha sido una reflexión sobre la situación actual en España y en Europa. El 7 de junio serán las elecciones de la crisis, decía, un test sobre un país que es hoy «el gran enfermo de Europa» por la abrumadora pérdida de empleos. Tras los mensajes de campaña -«el ciclo de Zapatero se ha acabado» y «las elecciones europeas verán la antesala del cambio»- ha defendido que el gobierno de Aznar fue el más social de todos los gobiernos de la democracia, al haber creado 5 milllones de empleos. «Entendimos que las personas preferirán siempre el empleo al subsidio», pero matizaba que no por ello se instala en «una nostalgia inútil» sino en defender aquélla gestión como el «aval de futuro».
Después se ha adentrado en una reflexión más propia. «Las múltiples caras de la crisis» -defendía- «no solo afectan a la economía, sino al modelo de vida. Todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades: las empresas, los ciudadanos, los responsables políticos». Una cultura del «todo vale», explicaba, en la que «se han buscado los mayores beneficios con el mínimo esfuerzo. No hemos sido laboriosas hormigas sino imprudentes cigarras».
Crisis y relativismo moral
Crisis de la confianza, crisis de la verdad, y, en síntesis, decía, «crisis de valores». «Desde hace tiempo vivimos en España una agresiva tendencia al relativismo moral». Pero consciente de las críticas que recibe por este discurso ha encajado la embestida de antemano: «Tener valores morales, creencias, asumir unos principios, defenderlos y vivir consecuentemente con ellos es motivo para ser atacado, incluso ridiculizado, y parece que uno debería sentirse avergonzado por ello o debería ocultarlo». Por desgracia, reconocía, el éxito de quienes propagan esta crítica ha sido mayor que el de quienes expresan tal inquietud.
Su análisis le lleva a proyectar este juicio a la política. «El proyecto de Zapatero ha llevado a crear una España irreconocible en el ámbito territorial, moral y social (…) y ha convertido el Estado en algo residual y debilitado, en un mercadillo de intereses regionales». Después se ha explayado sobre el papel de la Unión Europea, puesto a prueba con la temible crisis económica y financiera. La vieja Europa debe tomar la iniciativa y recuperar el protagonismo como el que asumieron los líderes del pasado siglo ante las peores amenazas.
Todos han escuchado con atención su conferencia, cuando se cumplían 25 años de su estreno en este mismo foro. Entre los asistentes, la primera presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Ana María Vidal Abarca, la viuda de Gregorio Ordóñez, Ana Iríbar, periodistas vascos como Jon Bandrés, Isabel San Sebastián o Mamen Gurrutxaga y políticos del País Vasco como las veteranas Pilar Aresti y Ascensión Pastor, que han logrado un privilegiado puesto en las primeras filas y expresaban su esperanza ante el próximo cambio en Euskadi.
Chelo Aparicio