sábado, octubre 12, 2024
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La visita de Estado de Carla Bruni

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Los tacones de Sarkozy, los vestidos, zapatos y bolsos de Carla Bruni, la inventada guerra de glamour entre dos damas, los nombres de los diseñadores de moda, las miradas enamoradas, las imágenes de televisión con los dos haciendo manitas como dos colegiales, las sonrisas cómplices, y a veces forzadas, y un supuesto duelo, inexistente, desde el principio, entre una ex cantante y ex modelo y la Princesa de Asturias han ocupado hasta el empalago la información sobre la primera visita de Estado a España del presidente de Francia.

La agenda política -colaboración antiterrorista en la lucha contra ETA y contra el crimen y bandas organizadas, crisis económica europea, inmigración, guerra de Afganistán, próxima presidencia española de la Unión Europea, avances en las interconexiones eléctricas y gasísticas y en los futuros AVE Figueras-Perpiñán y Barcelona-Lyon- ha quedado obscurecida por el chismorreo y el estúpido debate sobre si la presidenta consorte iba a lucir un vestido de Christian Dior o Chanel o unos zapatos de Jimmy Choo, para, al final, decepcionados todos, comprobar que el vestido era, nada mas y nada menos, que de un diseñador tunecino (lo que es el mestizaje que defiende Sarkozy), Azzedine Alaia, los zapatos de Loubouutin o el bolso de Roger Vivier.

Los medios han caído todos en lo que algún diario ha titulado como «Huracán Bruni», y hasta el periódico El País, el mismo que es capaz de reflexionar sobre «El poder y la felicidad» con el presidente francés en el Elíseo, se ha dejado llevar por esa ola de «Brunimanía» para, en su primera página, reflejar en dos culos, el de la Bruni (traje ceñido azul tinta) y el de la Princesa de Asturias (vestido rojo guinda) el encuentro de la Princesa con la primera Dama, como si ésa, realmente fuese la foto-resumen de una visita de Estado.

Es decir, que lo importante ha sido el encuentro de Carla Bruni con Leticia Ortiz, el supuesto calor popular que ha rodeado a la presidenta consorte, su naturalidad al saltarse el protocolo y no hacer la reverencia que sí le hizo a la Reina Isabel de Inglaterra, los arrumacos amorosos de la pareja, su habilidad al conseguir sacar a la esposa del presidente del Gobierno Sonsoles Espinosa, a pesar de su casi enfermiza obsesión por pasar inadvertida, al primer plano de los objetivos de las cámaras de fotos y de televisión.

Cualquiera diría que la visita de Estado ha sido la de Carla Bruni, acompañada de un tal Sarkozy, cuando, la realidad es que nuestro mejor aliado en estos momentos en Europa (no sólo consiguió nuestra presencia en la primera Cumbre del G-20 sino que ha prometido seguir luchando por la presencia española en la próxima cumbre, que se celebrará en septiembre de Nueva York, coincidiendo con la Asamblea General de Naciones Unidas) y el que mayor colaboración está prestando en la lucha contra ETA, es, precisamente, el presidente francés.

Hiperactivo, gesticulante, improvisador, orgulloso de que sea su esposa la que acapare el protagonismo mediático y la que produzca admiración por su belleza y también por la leyenda que le acompaña, las cuarenta y ocho horas que el matrimonio Sarkozy ha estado en España han sido un termómetro de las buenas relaciones entre dos países que solamente se han normalizado cuando, a partir de Mitterrand, y con Felipe González en la Presidencia del Gobierno, se decidió terminar con el santuario de ETA en el sur de Francia…

José Oneto

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