sábado, octubre 12, 2024
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El túnel sigue oscuro y largo

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Pésimos tiempos para el oficio de pronosticador. Sobre todo si se compagina con el de responsable político ejerciendo poder. Ayer fue día de hielo para quienes llevan semanas empeñados en afirmar que el oscuro túnel de la crisis va camino de acabarse porque se atisba luz. Y es que la economía que teóricamente debe liderar la recuperación, Estados Unidos, se contrajo poco más del 6 por ciento el primer trimestre del año, en tanto que la española lo hizo rozando ese 3 por ciento pronosticado entre otros por el Banco de España para el conjunto del año actual. Ningún indicio, pues, de recuperación. Más bien al contrario, persisten síntomas de que el ajuste no ha hecho más que empezar y va para largo restablecer algo que se pueda llamar normalidad.

Sin entrar a vaticinar el futuro, resulta bastante evidente que las medidas que se vienen adoptando desde el pasado otoño no están logrando relanzar la actividad. Contradice no pocos principios, según los cuales el chute de fondos públicos que se viene inyectando en la economía debería propiciar una recuperación a corto plazo, sean cuales sean los efectos que puedan venir después. Claro que también hay quien piensa que los aportes han sido insuficientes para la magnitud de la crisis y que la solución vendría de verter todavía más. Y no faltan otros que entienden que la medicina no surte efecto porque se ha declarado una enfermedad nueva, hasta ahora desconocida, que trastoca todo lo analizado hasta fecha de hoy.

La experiencia histórica constata que abundan las especulaciones cuando se producen las crisis, pero sólo se explican después, cuando ya se han dejado atrás. De hecho, todavía hoy existen notorios matices en el análisis de la que acabó bautizada como Gran Depresión: iniciada en 1929, no superada plenamente hasta más de una década después y apenas interpretada antes de la segunda mitad del pasado siglo XX.

Sea por lo que sea, los pronósticos gozan hoy de escasa o nula credibilidad. No sólo porque vienen errando desde hace más de un año, primero aduciendo que los problemas no pasarían de una relativa desaceleración, luego asegurando que lo peor estaba a punto de superarse mientras los datos no paran de ir a peor. La desconfianza también es fruto de la cantidad de cosas que no resulta fácil entender. Por ejemplo, lo que está ocurriendo en el sistema financiero: parecía que los bancos tenían que ser las principales víctimas, pero resulta que sus resultados mejoran, el deterioro de sus cuentas se ha detenido durante el primer trimestre del año, mientras el resto de sectores discurre generalmente de mal en peor.

Quizá fuera oportuno incorporar máxima prudencia a cualquier previsión. Las pesimistas, porque desaniman. Las optimistas, porque cuando no se cumplen acaban contribuyendo a deteriorar la confianza, a riesgo de retrasar todavía más la ansiada recuperación. Alguien dijo una vez que era imprudente realizar pronósticos… sobre todo respecto al futuro. A lo mejor es buen momento para tenerlo en cuenta, dejando las profecías para después, sobre todo si sigue siendo válido que la falta de confianza es el peor ingrediente para salir de la recesión.

Enrique Badía

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