sábado, octubre 12, 2024
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Los lujos de una dictadura

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El inarrugable régimen norcoreano quiere ponerle a la ONU las peras a cuarto. Amenaza con otra prueba nuclear como la de octubre del 2006 si el Consejo de Seguridad no da una explicación y retira las sanciones que le impuso por el lanzamiento de un misil intercontinental el pasado día 5. Insiste el Gobierno comunista de Pyongyang en que lo disparado no era misil estratégico sino un cohete que portaba en su cabeza un satélite de comunicaciones. Y añade que de no mediar las disculpas y ser retiradas las sanciones a las empresas colaboradoras para los correspondientes suministros tecnológicos, la prueba atómica -que sería para San Fermín de este año- llegará acompañada del lanzamiento de un misil de verdad.

Lujos dialécticos de tanta enjundia sólo se los puede permitir una dictadura; pero no una dictadura cualquiera, sino un artefacto totalitario de la tiránica magnitud que exhibe Kim Yong II, al que se la trae al fresco las penalidades y sufrimientos sin cuento padecidas hasta ahora por la desventurada parcela septentrional de la península de Corea, como las que podría seguir sufriendo si la comunidad internacional aumenta la presión y agudiza los correctivos. A Kim Yong II, como al propio Fidel Castro, eso es cosa que se les trae al fresco. Las privaciones populares inherentes a los cercos y los embargos se resuelven siempre, en la práctica, como castigos añadidos a los propios del sistema que les constriñe y somete. Como es obvio, a los propios dictadores eso les importa una higa. Por la propia naturaleza de las cosas, la suya es una vida absolutamente regalada y refinada. Así, a Fidel Castro, mientras lo pudo beber antes de la enfermedad de que convalece, nunca le faltó el Vega Sicilia que le remitían desde España los destinatarios de sus insuperables cigarros habanos. Era, y es, tanto el caudal que le llegaba de España, que le daba, y le da bastante, para ilustrar a sus homólogos en la democracia alabada por Hugo Chávez sobre los vinos del Duero y otras comarcas.

Las dictaduras de verdad son inmunes a las sanciones internacionales, que se las hacen a ellas pero las sufren los pueblos que padecen sistemas de esa condición. Por ello resulta difícil arbitrar medidas internacionales de retorsión, desde la ONU o desde cualquier parte, ante las amenazas con que se replica desde Pyonyang. El camelo de que lo lanzado a la atmósfera era cohete portador de un satélite -del que no consta que esté en órbita alguna- es tanto como un insulto a la inteligencia de gobiernos y observadores, políticos y militares.

Ante lo que realmente estamos es ante la evidencia de que el régimen norcoreano, por lo que sea, ha decidido volver a la senda atómica que había abandonado. Quizá pretenda obtener en términos más ventajosos la contraprestación pactada cuando Bush estaba en la Casa Blanca. Con Obama, acaso crea Kim Yong II, podría obtener más, porque es más abierto y dialogante, tal como se ha empezado a ver en el caso de Cuba. De ser así habría una explicación y todo sería mucho menos surrealista y despectivo de lo mucho que parece. El objetivo, en esa línea, consistiría en volver a la negociación a seis bandas, tal como se hizo con la larga ronda anterior. Mientras tanto, en todo caso, el tal Kim habrá decidido enrocarse, posiblemente a la espera de más dinero, porque con la crisis económica y la pandemia gripal, ni el mundo ni la marquesa están para tafetanes.

José Javaloyes

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