viernes, octubre 11, 2024
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No es lo que hable, es lo que diga

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Cuando el diputado de ERC Joan Tardá reivindica el catalán, lo suyo es pura y desinteresada defensa de una lengua. En cambio, cuando ciertos periódicos defienden que sus hijos sean escolarizados en castellano, se trata de «españolidad rancia», según sus propias palabras. Cuando un partido presenta una iniciativa en el Parlamento para que se reconozcan los derechos lingüísticos de los españoles en todas las comunidades autónomas -el PP y UPyD lo han hecho- se les acusa de «genocidio cultural», sin disculparse ante armenios o kurdos por la comparación.

Así mide la vara nacionalista: si el nacionalismo es mío -o sea, catalán, vasco o gallego-, es bueno, inocente y progresista. Si el nacionalismo es ajeno, es malo, culpable y reaccionario.

Tampoco tiene buen tino el señor Tardá para calibrar la verdad y la mentira. Mencionó a esos vascos que habrán quedado horrorizados al saber que van a tener un lehendakari, Patxi López, que no habla euskera. Se le olvidó decir que el propio Ibarretxe lo aprendió hace diez años, justo cuando iba a presentarse por primera vez a las elecciones, y que López lo está aprendiendo ahora. Se le pasó, asimismo, que el nuevo lehendakari cuenta con el apoyo de la mayoría del electorado, de forma directa o indirecta: se ve que la legitimidad democrática, para Tardá, es secundaria frente a la profesión de fe idiomática. Así es el rasero del nacionalismo: construye la realidad con un par de despistes aquí y un par de omisiones allá. Escrúpulos no tiene ni tres o cuatro.

Lo peor es que, tanto la propuesta del PP de esta semana como la de UPyD del mes de marzo para evitar la discriminación lingüística no salieron adelante porque el PSOE votó en contra. Y sabemos, intuimos al menos, que el PSOE no tiene el mismo discurso que ERC, que no se cree esas palabras gruesas y esas medias verdades con que Tardá hinchó su discurso.

Pero hay varios planos de discusión. Uno es el que definió con brillantez Rosa Díez, también vasca: lo que a ella le importa del nuevo lehendakari no es lo que hable, es lo que diga. Otro es el del catalanismo rancio: da igual lo que uno diga, importa en qué lengua se expresa. Y un tercero, el más escurridizo, es el del PSOE: ni le preocupa lo que diga Tardá, ni cuánto de razonable haya en la propuesta del PP y UPyD, ni en qué lengua se expresen. Sólo camina como un funambulista, haciendo equilibrios aquí y allá, entre Madrid, Vitoria y Barcelona, para no coger por los cuernos el toro de la discriminación lingüística en Cataluña. Algún día le embestirá.

Irene Lozano

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