viernes, octubre 4, 2024
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La ingratitud de la señora Veronica

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Una de las primeras cosas que aprendí, hace un montón de años, siendo estudiante en la docta y bellísima ciudad de Bolonia, fue que, aparte de ser universalmente respetada porque en ella nacieron y se desarrollaron los saberes dentro del marco escolástico de la Universidad, la más antigua del Occidente, a este mágico ejemplo de arquitectura medieval, se le conocía, vulgarmente, como la ciudad de las tres T, esto es: los tortellini, las torres (sobre todo la Asinelli y la Garisenda, llamadas así en recuerdo de las familias que las construyeron) y la tette (las tetas de sus ciudadanas).

Allí nació, un 16 de julio del 1956, Miriam Rafaella Bertolini que, andando el tiempo y creciendo, hizo abundancia de honor a la tercera t de Bolonia. Ya reconvertida con el nombre artístico de Veronica Lario y en el esplendor de su juventud, venticuatro añitos, esto es en 1980, lucía, al desnudo, sus dos hermosas dotes naturales en un striptease, como progonista femenina de El magnífico cornudo, la comedia de Fernand Crommelynck que se estaba representando, por aquel entonces, en Teatro Manzoni de Milán (En el cine y en el mejor momento de creatividad de la «comedia a la italiana», 1964, y con la dirección de Antonio Pietrangeli la habían representado un magnífico Ugo Tognazzi y una esplendente Claudia Cardinale).

Entre los espectadores se encontraba un joven empresario, entonces dedicado a la construcción, llamado Silvio Berlusconi, casado con la señora Carla Dall’Oglio que le había dado dos hijos, Marina y Piersilvio. Y la primera cita entre Veronica y Silvio lo fue aquella misma noche en el íntimo y estrecho espacio de un camerino del teatro.

Siguieron días de amor clandestino pero no de pérdida de tiempo ya que, mientras tanto, en 1984, Verónica dió a luz a Bárbara, a la cual siguieron Eleonora y Luigi, los tres hijos del segundo lecho que ya han hecho saber a su madre que, por lo que a ellos concierne, puede divorciarse, advirtiéndola, de paso, que siempre estarán de parte de papi Silvio. Sabia decisión de combinar el amor filial a los intereses de una inmensa fortuna.

En 1985, Verónica y Berlusconi, ya separado de su primera mujer, van a vivir, oficialmente, juntos y en 1990 ¡pum! se casan.

En cuanto a la señora Verónica, no es la primera vez que utiliza los medios de comunicación para desahogar sus inquietudes de esposa insatisfecha. La primera con ocasión de un piropo de más a la bella señora Mara Carfagna, licenciada en Derecho y soubrette televisiva, hoy ministra, lista y guapa, de Igualdad de oportunidades.

El actual desahogo de despecho de Veronica utilizando, esta vez, una agencia de noticias, lo pretende justificar porque, según propia versión, su marido Silvio, al que llama Emperador -no sólo por su poder económico y político, sino porque como a los antiguos emperadores de Roma le gusta el verse rodeado de bellas y formosas compañías que alegren un poco los días, y las noches, aburridas y solitarias de su oficio de político-, habría escogido a tres señoritas de espectacular presencia que se dedican al mundo de las variedades, para la posible candidatura a un puesto en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, diciendo que tales ejemplos de abundante y proporcionada masa corporal y por el exclusivo hecho de su guapura no están a la altura de ocupar ningún cargo de responsabilidad política. Ciarpane (desperdicio de cosa vieja de ninguna calidad, como reza el diccionario) las ha llamado en un gesto de desprecio .

El grave error de Verónica, emperatriz consorte, ha sido, primero olvidar que también ella ha formado parte de esas chicas del coro que se hacían notar en espectáculos de variedades de la TV y segundo que de desperdicio de cosa vieja y de ninguna calidad, no tienen nada, porque la más joven cuenta apenas diez y ocho años (anuda a su lindo cuello un collar de oro con un brillante en medio, regalo por su cumpleaños del presidente Silvio, al que llama, afectuosamente papi) y la más «vieja» no pasa de los ventiocho y, además, alguna de ellas cuenta con un prestigioso currículum de estudios. No ha sido gentil, por parte de Verónica el aborrecer con tanto ahínco a sus ex colegas, cuya reputación no debe ponerse en duda hasta prueba en contrario.

Verónica ha cometido, en fin, un grave error, imperdonable hasta en una mujer amargada a causa de los modales desenvueltos del marido, gracias al cual y a pesar de todo vive con una marahaní de la India de fábula oriental y probablemente con infinito placer, ya que hasta ahora nunca había manifestado su intención de divorciarse. Una mujer exasperada por una situación familiar insostenible no se dirige a la redacción de un periódico o de una agencia de noticias, sino que va directamente al juzgado. Y quizás, por respeto a sus hijos y a ella misma, no prende fuego a la gran traca para llamar la atención y aparecer en las portadas de la más vulgar prensa del corazón.

Si la finalidad de Verónica era aquella de vengarse del marido, habiendo descubierto que no era un fraile con jurtamento de los tres votos, sin duda lo ha conseguido. Eso sí, con mucho retraso y con muchísima ingratitud.

Javier Pérez Pellón

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