viernes, octubre 4, 2024
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López, Basagoiti y Urkullu

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Jornada histórica en el País Vasco con la investidura de Patxi López como lehendakari con los votos del PSOE y del PP, y también de UPyD, que se ha sumado a la investidura, tras la directa amenaza de ETA al nuevo Gobierno que será presentado en breve, y cuya formación no estuvo exenta de serias dificultades precisamente por dicha amenaza, que ha impedido que algún independiente invitado a sumarse al equipo de López haya declinado esta oferta, lo que da una idea de los graves problemas de libertades que aún se viven en Euskadi.

En todo caso, el pacto de gobierno suscrito entre los dirigentes vascos del PSOE y del PP, López y Basagoiti, ha sido ejemplar y responde no sólo a la mayoría que juntos han obtenido en las últimas elecciones vascas al vencer al Gobierno soberanista de Ibarretxe, sino que además responde a un firme sentimiento de una gran mayoría de ciudadanos españoles de dentro y fuera del País Vasco. Al tiempo que dicho acuerdo constituye una esperanza para la recuperación de la convivencia en el País Vasco, la lucha contra ETA y su entorno y el respeto al marco legal y constitucional, cuestiones que han sido soslayadas por los últimos gobiernos de Ibarretxe, un político fracasado que ha llevado al PNV a la oposición y que parece haber puesto punto final a sus azarosa y demencial carrera política.

Termina, pues, el dominio de Ibarretxe y la ocupación por el PNV de las que son primeras instituciones vascas, aunque aún permanecen enquistados en las diputaciones forales (ahora pueden perder Álava) y ayuntamientos, en muchos casos con la ayuda del brazo político de ETA, sobre el que se había apoyado Ibarretxe en los últimos años. Olvidándose de las víctimas de los terroristas, haciendo toda clase de guiños o aprobando ayudas a los presos de la banda y, entre otras cosas, consintiendo las permanentes exhibiciones de las fotos de los terroristas, incluso a las puertas de las casas de las víctimas de ETA.

La resistencia del PNV al cambio de Gobierno, intentando deslegitimar el pacto entre socialistas y populares o el propio proceso electoral (porque los peneuvistas pretendían la presencia de Batasuna o adláteres en los comicios), empieza a desfallecer ante la imparable realidad del nuevo Gobierno. Un acontecimiento muy importante que se ha visto sorprendentemente oculto por causa de la grave crisis económica que padecemos. Y un relevo que le va a dar al presidente del PNV, Urkullu, la oportunidad de renovar a fondo su partido con la imparable desaparición de Ibarretxe, en pos de un tiempo nuevo sobre el que los peneuvistas deben reflexionar para convencerse de que la negociación con ETA se ha acabado, de que el proyecto federalista o confederal de Zapatero se ha terminado, y de que la legalidad se aplicará de manera implacable en Euskadi, así como la defensa de las víctimas de ETA y del idioma castellano ante el acoso sufrido en estos últimos años en la enseñanza. Como se empieza a terminar el nepotismo nacionalista en las instituciones, empresas públicas y medios de comunicación autonómicos, hasta ahora en manos y al servicio del PNV.

Urkullu, salvo que Ibarretxe se empeñe en permanecer agitando la bronca, va a tener la oportunidad de renovar y modernizar el PNV que en su día no tuvo Josu Jon Imaz, y se puede tomar el tiempo que quiera para hacer todo lo que tiene que hacer, que es mucho, pero no se debe equivocar. El tiempo político del nacionalismo ha cambiado en el País Vasco, como ha cambiado en Galicia y está cambiando en Cataluña. Y además los ciudadanos de este y del resto de países de nuestro entorno tienen otras prioridades mucho más importantes y urgentes que la soberanía o el autogobierno, como son, por un lado, la crisis económica y social que afecta a todos y, por otro, el cambio político, social y tecnológico que se está produciendo en el mundo global, empezando por Estados Unidos y las potencias emergentes de China, India y Brasil.

En cuanto a López y Basagoiti, hay que decirles que mucho ánimo porque tienen ante sí una ingente e histórica tarea, y no sólo para luchar contra ETA, su entorno y el nacionalismo radical -los recibirán con una infame huelga general-, y recuperar la convivencia en el País Vasco, sino porque un buen Gobierno vasco también ayudará en la cohesión española, después de unos años de juegos peligrosos con la cohesión nacional española, fruto de los devaneos confederales de Zapatero que parecen agotados y esperemos que llegados a su punto final.

Pablo Sebastián

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