Un Barça en inferioridad numérica por expulsión de Abidal, y un gol agónico y con algo de suerte, el del empate en el minuto 93, el primer y único zarparzo entre los tres palos defendidos por Cech cuando no había más esperanza de que se produjera un milagro que hiciera justicia en el marcador, apareció ese pequeño gran hombre llamado Andrés Iniesta para salvar al Barcelona del adiós a Europa, abrirle las puertas de la ‘triple corona’ y darle al fútbol español un finalista de la Liga de Campeones. Al Barça le espera en Roma el Manchester United de Cristiano Ronaldo.
El Barça tocaba y tocaba, ésta era la cuestión que tantos triunfos le viene dando. Pero ante este Chelsea, con un estilo sin concesiones a la galería, que se le atragantó en la ida y en la vuelta, y que a punto estuvo de eliminarle, el Barça volvió a dar la peor cara de su fútbol; sin embargo, mostró el coraje y la casta de un equipo que sigue enamorando a propios y extraños.
Se notaba que el Chelsea del veterano trotamundo de los banquillos Guus Hiddink tenía bastante bien aprendida la lección. Se sabía al dedillo cómo tenía que doblar su esfuerzo en ayuda al compañero para tapar todos los caminos hacia la portería de Cech. Es posible que cada uno de sus jugadores tuviera como vídeo de cabecera el partido del 2-6 del Real Madrid-Barcelona del pasado sábado en el Bernabéu.
Si en el Nou Camp Hiddink montó un 1-10 que haría envidiar a los inventores del catenaccio, anoche en Stamford Bridge fue más ‘valiente’. Opuso a un volcado Barça un Chelsea ‘más ofensivo’ con un 1-9-1 que nadaba en dirección a los dominios de Víctor Valdés con Drogba como única punta en busca de su oportunidad de gol y cuidaba su zona con una maraña de hombres en el centro del campo.
Un gol milagroso de Iniesta que recuerda al barcelonismo el mágico gol de Bakero en Kaiserslautern en la Champions de 1992, año en el que el club azulgrana acabó ganando su primera Copa de Europa. Ahora, en Roma, ante el Manchester United de Cristiano Ronaldo -el galáctico por el que sueña el madridismo-, tendrá su tercera copa continental al alcance de su fútbol mágico.
Antonio Cubero