Se esperaba que el Banco Central Europeo redujera el tipo de interés de referencia un cuarto de punto, al 1%, y así ha sido. Más aun, su presidente Trichet ha abierto la puerta a rebajas adicionales en el futuro, si así fuera menester.
El BCE va cediendo piezas a medida que la recesión se apodera de las economías europeas, y lo digo en plural porque son varias, incluso en el espacio común de la moneda única.
Pero ni la rebaja del cuarto, ni la sugerencia de más rebajas son lo más importante de las decisiones del BCE.
Más que eso lo es la voluntad de seguir suministrando liquidez al sistema con tantas líneas de crédito y de descuento como los bancos requieran. Además el BCE toma nota de las peticiones de los bancos en el sentido de ampliar los plazos de financiación, al menos a doce meses, para así proporcionar más estabilidad y seguridad.
El BCE reconoce así que la recesión se ha adueñado del panorama europeo y que lo necesario y urgente es reactivar. Otra cuestión es si la manguera llega a tiempo, si el fuego de la recesión no está ya demasiado extendido como para que la política monetaria sea suficiente para volver a la senda del crecimiento potencial, que día a día da un paso atrás.
El BCE mete carbón a la caldera, para que el tren tome velocidad, pero la cosa requiere más madera, de otros orígenes, y sobre todo nuevas estrategias de reforma de las estructuras productivas y de pedagogía del cambio. Algo que va más allá de aquello de que gobernar es gastar, también es convencer, transformar, asumir riesgos, predicar…, y de todo eso en Europa hay poco.
Fernando González Urbaneja