viernes, octubre 4, 2024
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Los optimistas y los bien informados

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Emilio Botín tiene el mérito de haber sido el primero. Las dos vicepresidentas, De la Vega y Salgado, le han seguido la corriente. El banquero dijo a principios de la semana que había notado, en especial durante los últimos días de abril, una mayor intensidad en la demanda de créditos. Y que la frecuencia de morosos de crédito estaba disminuyendo.

Casi al mismo tiempo, el Instituto de Crédito Oficial deba a conocer los resultados de su encuesta de confianza de los consumidores, que mostraba un sesgo más positivo que de costumbre, sobre todo cuando a los consumidores se les hablaba del futuro, no tanto del presente. Por su parte, y dentro del capítulo de señales susceptibles de una interpretación positiva, no es desdeñable la excelente trayectoria alcista de la Bolsa, aunque los mercados de renta variable suelen tener una expresividad muy particular, tanta que hace ya tiempo que se les discute su hipotética capacidad de servir de termómetro de la economía. No se debería negar, en todo caso, que las Bolsas anticipan lo que va a suceder. Pero una cosa es anticiparlo, sin fecha previsible, y otra cosa es describirlo. Las Bolsas no parecen haber entrado aún en el disparadero alcista. Hace un año y medio estaban un 60% más altas que en la actualidad. Una cosa es salir del bache, como están haciendo desde primeros de marzo, y otra cosa es colocarse en velocidad de crucero.

El Consejo de Ministros extra (antes se denominaban «deliberativos», por oposición a los «decisorios», curiosa dicotomía para describir la actividad del Ejecutivo) no hizo el miércoles otra cosa que justificar una comparecencia de las dos vicepresidentas ante la prensa para hablar del balance del Plan E y para explicar su eficacia con las medidas que se han ido tomando. Incluso, en un alarde, la ministra de Economía y vicepresidenta segunda del Gobierno se ha permitido asegurar que se observan ya en la economía una cosa que denominó «brotes verdes», quizás en referencia a las observaciones que había adelantado el banquero unas horas antes.

Pero medidas, lo que se dice medidas, el Gobierno ya no ha tomado ninguna más, lo que en cierta medida es de agradecer porque cuando Zapatero y su Gobierno hablan de tomar medidas, el gasto público se dispara. Es de suponer que Zapatero regulará el flujo de los anuncios en función de sus compromisos electorales o de imagen. El martes próximo tiene debate sobre el estado de la nación con un presumible cara a cara con Rajoy. Y estamos en vísperas de las elecciones europeas, lo que significa que el presidente trata estos días de medir y modular sus riesgos y oportunidades para no caer en alguna causa de animadversión pública.

Lo que parece estar claro, en todo caso, es que al Gobierno se le están negando los datos económicos positivos. Las impresiones del banquero Botín no pasan de ser interesantes observaciones de la realidad que pueden confirmarse o no. Lo de las dos vicepresidentas echando las campanas al vuelo del optimismo parece más bien un brindis al sol. Y lo de la encuesta del ICO sobre niveles de confianza de los consumidores tiene la validad relativa que se le quiera dar a una encuesta posiblemente bien diseñada pero que no fue capaz hace unos meses de detectar el hundimiento de las expectativas de los españoles. Quizás se trata de una encuesta aún poco rodada y a la que hay que darle un cierto tiempo por delante para que pueda convertirse en un instrumento verdaderamente útil para la previsión económica.

¿Hay forma de sacar argumentos para hablar de señales positivas en la economía española? Habría que recordar que estamos a punto de cumplir un año del inicio de los peores datos de la economía y que, atendiendo a eso que los economistas llaman «efecto base», es probable que a partir de septiembre empecemos a ver cifras en alza en muchos indicadores. Se tratará simplemente de un efecto óptico: mejorar frente al momento más bajo del ciclo no quiere decir que estemos en el mejor de los mundos. Hace unos días se ha llegado a decir que el mercado de trabajo presentaba ya síntomas de mejora porque el paro había aumentado n un mes en «sólo» 30.000 personas, una cifra que supera con amplitud la media histórica de los peores tiempos. Los que consideran que los 30.000 parados son un buen indicador incurren en serios problemas de miopía, ya que ignoran las enseñanzas de eso que los economistas llaman «desastacionalización» (es decir, situar los datos económicos en su dimensión temporal auténtica, no sesgada por calendarios o hechos atípicos) y para colmo dan casi por bueno un dato que se produce después de varios meses con aumentos del desempleo en torno a las 100.000 personas. Son esas deficiencias ópticas las que pueden provocar a menudo, en los próximos meses, algunas conclusiones de escaso rigor en relación con el verdadero estado de la economía. Y parece que hemos entrado en esa fase de forma prematura. El que no se consuela es porque no quiere.

Primo González

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