El Centro de Investigaciones Sociológicas es uno de los organismos más particulares de la Administración española. Supone, por una parte, una excepción como centro público, algo que no suele existir en los países occidentales, que, en tantos estudios sociológicos y demoscópicos sirve al Gobierno. Para unos como orientación; para otros como elemento de propaganda. Por otra parte, los recursos con los que cuenta, que en el caso de los sondeos electorales como el hecho público ayer son mucho mayores que cualquier casa privada de encuestas, le dan, en la vida política española, un prestigio que otros no tienen. En ese escenario, la última encuesta del CIS supone un respaldo al Gobierno. Es decir, aunque nadie puede alejarse de una valoración que implique el empate técnico (la diferencia entre los dos principales partidos es tan exigua que se coloca por debajo del margen de error), el PSOE estaría por encima del PP.
Para los socialistas no sería sino la confirmación de que sus políticas son entendidas por el electorado, al menos en comparación con las propuestas del PP a pesar de que el enfado sobre algunas cuestiones es más evidente en la población que la distancia entre ambos partidos. Para los críticos del PP, que siguen existiendo, sería la demostración de que la actual dirección no alcanza las cotas precisas para ganar “a pesar de la que está cayendo”. El sector mayoritario de la derecha, detrás de Rajoy, subraya el contraste de estos resultados con los muchos que recientemente se han publicado en los que, en sondeos realizados por firmas privadas para medios de comunicación, siempre estaban por delante del PSOE en los últimos meses. Para subrayar su escepticismo –y como no es el momento de comparar al CIS con sus sondeos propios- señala que, al ser preguntados los encuestados por el recuerdo de su voto en las pasadas elecciones, da la impresión de que se ha preguntado a más socialistas que a populares. O que mienten como bellacos ante el encuestador. O que se les quiere dar gato por liebre. Cada cual puede elegir la versión que más le satisfaga.
Sin embargo, hay también otros corolarios. En primer lugar, que la fidelidad de voto a los grandes partidos es bastante considerable y que, por ello, las diferencias han sido y seguirán siendo pequeñas. La movilidad del voto es relativa y afecta a un sector de la población, situado en el centro político (no como ideología, porque eso es precisamente lo que no es, sino como posicionamiento geográfico entre las distintas propuestas y actitudes). Un grupo de electores que, siendo menos de los reconocidamente fieles los dos partidos, es significativo, se va ampliando y se convierte en decisivo en el momento de las elecciones. Si se toman en consideración todos las encuestas conocidas en estas semanas, y no sólo la del CIS, se podría concluir que el PSOE resiste a pesar del malestar y que el PP, aunque aumenta en intención de votos, aún no ha logrado hacerse con una parte de ese electorado templado para vencer al partido gubernamental (según el CIS) o separarse de él lo suficiente (según los otros sondeos conocidos).
Hay está la batalla política. Habrá de verse cómo reacciona ese sector electoral ante las medidas del Gobierno, el previsible aumento del paro, etc. Y habrá de verse también como se presenta ante él el PP que, a todas luces, precisa, para seducirlo, ser más constructivo que crítico.
Germán Yanke