martes, noviembre 26, 2024
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Partidas simultáneas en el ajedrez de Oriente

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Las reuniones de esta semana en Washington entre el presidente Obama y los dirigentes supremos de Pakistán y Afganistán han servido, de momento, para bastante. Con dinero por delante, Asif Zardari ha dado la orden de cargar contra los talibanes, que en su avance habían llegado a100 kilómetros de Islamabad. La orden ha debido estar precedida también por el convencimiento de que el riesgo mayor de Pakistán es, efectivamente, el del extremismo islámico, y no el de la India; con la que comparte el cancerado problema histórico de Cachemira.

Pero hubo más que esto en la Cumbre celebrada en la Casa Blanca. Hamid Karzai, presidente de Afganistán, convocado también por Obama, ha logrado entenderse con su homólogo de Pakistán, y ahora comparten, además de fronteras, la misma óptica sobre la entidad del riesgo islamista. También idéntica fuente de incentivos políticos, económicos y militares. No podía ser de otro modo. Toda guerrilla, como la de Al Qaeda en el escenario afgano y en el ámbito paquistaní, y como cualquiera otra en todo otro sitio, precisa como condición necesaria de la disponibilidad de fronteras abiertas, o simplemente practicables, para poderse replegar tras de ellas cada vez que aprieta el ejército que les combate.

Es cosa de manual, como bien sabe, por ejemplo, todo el mundo involucrado políticamente en la narco-guerrilla colombiana de las Farc, que lleva aguantando casi medio siglo porque las fronteras ecuatoriana y venezolana, con miles o cientos de kilómetros de extensión no hay forma humana de cerrarlas o controlarlas, y más aun si no existe voluntad alguna de hacerlo en Caracas o en Quito.

Así las cosas, desde el momento en que medie una postura concertada entre Islamabad y Kabul, las posibilidades de las guerrillas islamistas cambian por su propia base. Aunque sea imposible el sellado de la frontera que comparten afganos y paquistaníes, las cosas se les pondrán especialmente difíciles a los guerrilleros; especialmente, cuando el Gobierno de Islamabad decide por fin mandar al Ejército al valle de Buner, que es donde los islamistas se habían hecho fuertes, llegando incluso a imponerle condiciones al Gabinete de Zardari, el viudo de Benazir Butho, a la que asesinaron aun no se sabe quienes.

Sin este acuerdo a tres -Washington, Islamabad y Kabul- era imposible considerar seriamente una victoria político-militar en Afganistán y una estabilización aceptable de Pakistán. Era y es una partida que juega la nueva Administración estadounidense en el sur de Asia, para poderle dar jaque mate a las huestes de Ben Laden. Aunque hay otra partida aun más enconada en el Asia sur-occidental, y es la que intenta jugar Washington con Damasco. Por segunda vez desde que Obama entró en la Casa Blanca, Jeffrey Feltman, secretario adjunto de Estado, ha visitado la capital de Siria, siguiendo el hilo de la anterior Administración, desde la Conferencia de Anápolis, para que sirios y judíos negocien la paz y los altos del Golán regresen a la soberanía de Damasco. En esta otra partida el jaque mate que busca Washington no es naturalmente a Siria, sino a Irán. Tan sólidamente enrocado con la ausencia de paz entre Damasco y Tel Aviv.

José Javaloyes

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