El espectáculo permanente de los jueces estrella de la Audiencia Nacional empieza a acumular entre sus actuaciones casos ajenos a nuestro país, a la vez que se apilan en el olvido los sumarios españoles, lo que merecería una reforma de la legislación española y una actuación más contundente de la Fiscalía y del Consejo General del Poder Judicial para evitar estos nuevos espectáculos. Los que, por otro lado, pueden provocar graves problemas en las relaciones diplomáticas, políticas y económicas de España con otros países.
Así, en los últimos días hemos visto que se han admitido a trámite en la Audiencia Nacional denuncias contra las torturas de Guantánamo, que pueden afectar a ex ministros del Gobierno de Estados Unidos, o contra ex ministros del Gobierno de Israel por un ataque a palestinos, o contra el Gobierno de China por la represión en el Tíbet. Y, por si algo faltara, ahí está el caso vigente de los piratas somalíes que serán juzgados en nuestro país.
Los abusos de derechos humanos de muchos dirigentes políticos de otros países no pueden ni deben de ser abordados por la Justicia española -para eso están los tribunales internacionales-, salvo que se quiera poner en marcha un demencial dispositivo para denunciar a más de cien naciones, utilizando la infraestructura y el presupuesto de esta corte especial y, por supuesto, bloqueando los sumarios y actuaciones que afectan e interesan a los españoles, lo que nos llevaría a una situación de bloqueo y demencial, empeorando, hasta límites insospechados, el caos que ya impera en la justicia española.
Todo empezó con el espectáculo montado por Garzón contra el dictador chileno Pinochet, y ahora es Garzón quien va a por Guantánamo y contra el Gobierno de Bush, mientras otro juez va a por el Gobierno de China o por el de Israel, como podrían ir contra el de Arabia Saudí o Irán por motivos similares, o contra Cuba, Rusia, Venezuela, etcétera, y así hasta más de cien países. Y, como nadie es perfecto, si seguimos por ese demencial camino alguien habrá en otro país que presente demandas contra España o contra el Vaticano.
Por ejemplo, ¿qué pasaría si los jueces estrella de la Audiencia Nacional se dedican a perseguir a todas las dictaduras que venden petróleo a España, o que importan productos españoles, como nuestros vecinos Libia, Argelia o Marruecos?
Además, el juego que empieza contra los llamados regímenes de derechas se puede volver del revés porque las dictaduras de izquierdas no le tienen mucho que envidiar a sus antagonistas. O sea, otro disparate más en nuestra España en crisis económica y en crisis judicial, para que los jueces estrella se luzcan en la escena internacional. ¿Cómo y quién frena todo esto? Pues es de esperar que el nuevo ministro de Justicia, el fiscal general del Estado, el Parlamento -con una precisa reforma judicial- y el Consejo General del Poder Judicial. ¿Cuándo? Pues cuanto antes para evitar que nos estalle en las manos un conflicto internacional.
Marcello