Con los primeros instantes de flojera, desde Madrid se sentenció que el Barcelona estaba en crisis. Y ésta ya se ha sustanciado. Aún no ha desaparecido de las conversaciones el 2-6 del Santiago Bernabéu, y el equipo se ha clasificado para la final de la Liga de Campeones, esta semana podría proclamarse campeón de Liga y la próxima de España si ganara la Copa del Rey al Athletic Club de Bilbao. La triple corona es posible.
Desde el comienzo de campaña se pretendió vincular los éxitos barcelonistas a los favores arbitrales de los que en la temporada se tuvieron momentos tan escandalosos en el Bernabéu con Pérez Burrull o en Valencia con Fermín el del banderín. Este año, evidentemente, el Barça no se ha visto perjudicado por los errores de los jueces y ha tenido la fortuna de que le han dedicado algún favor.
La teoría de la conspiración creo que se acabó en el Bernabéu. El equipo catalán, con buen número de jugadores españoles, y con presencia decisiva de miembros de la cantera, acabó con todas las malintencionadas especulaciones con su exhibición ante el Madrid, el equipo que estaba marcando cifras de extraordinario récord.
En Londres se impuso al Chelsea a pesar de que para ello tuvo que aguardar al último instante del partido. La labor arbitral fue protestada por los ingleses, y se explica que así fuera porque tener en la mano la clasificación para la final y perderla es para tirarse de los pelos.
El árbitro noruego no era el más adecuado para este partido. Todas las actuaciones que le visto en torneos europeos me han parecido demasiado irregulares. Es habitual que reparta errores. No fue equitativo en el reparto de tarjetas y tan discutible es la expulsión de Abidal como su ceguera en el área barcelonista.
Favorecer al Chelsea habría sido apoyar un fútbol detestable. El que no practica en su Liga, ni con el que venció al Liverpool. El Barça no merecía perder con quien no quería jugar a ganar.
Julián García Candau