Estos días se ha hablado y escrito mucho sobre el nuevo trabajo de Iñaki Urdangarín en Washington, como consejero de Telefónica Internacional, y su traslado a la capital norteamericana en compañía de toda su familia.
Aunque se sabe que tanto la casa como los colegios de sus cuatro hijos correrán a cargo de la empresa dirigida por César Alierta, sería bueno conocer cuánto costará, a cargo del bolsillo del contribuyente, el servicio de seguridad, que estará compuesto no por menos de seis o más agentes.
Los viajes y actividades, no oficiales, de los miembros de la familia real son considerados, por la Casa, como «asuntos privados». Como tales no se facilita información alguna.
Olvidan que los hijos de los Reyes son personajes públicos veinticuatro horas sobre veinticuatro, ya que sus actos, ya sean privados u oficiales, se realizan, siempre, bajo la protección de los servicios de seguridad pagados por el Estado. Incluso sus correrías, sus juergas y sus viajes «privados».
Estos días un pequeño suceso, un pequeño hurto de un bolso, obligó a intervenir a varios miembros de Scotland Yard.
Tal actuación ha descubierto algo que a los británicos les ha indignado: se trataba de un viaje privado, dentro de un año sabático, por Asia, de una nieta de la Reina Isabel, la Princesa Eugenia, nacida del matrimonio del Príncipe Andrés con Sarah Ferguson.
Este viaje, privado, ha supuesto al erario público nada menos que 112.000 euros en concepto de la seguridad que acompañaba a la Princesa. El incidente del bolso descubrió tal misterio. Un dispendio en medio de una crisis económica que la Soberana intenta combatir, dando ejemplo al reducir todos aquellos gastos no necesarios. Incluyendo apagar las luces de los largos corredores de Buckingham cuando se va a dormir.
Puede que sea el chocolate del loro, pero no deja de ser un toque de atención sobre la actual situación económica, no solo en Inglaterra, sino a nivel mundial.
Al personal le gustaría que la Casa Real española imitara su ejemplo. Que no se limite «este sacrificio» a repetir los modelitos por parte de la inefable consorte. Lo de los Urdangarín en Washington no es precisamente un buen ejemplo.
Jaime Peñafiel