Arantza Quiroga encarnaba el equilibrio en una circunstancia compacta: En el medio de los lehendakaris entrante y saliente, la presidenta del Parlamento Vasco parecía sostener el ánimo de Ibarretxe y la emoción de López. Alrededor, entre los asistentes, la alegría asomaba antes de la ceremonia.
Concejales socialistas y populares y cuadros de los partidos esperaban con expectación. Los cargos nacionalistas del Gobierno saliente y los diputados generales de los tres territorios llegaban a su paso. También los representantes de la patronal, la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundúa, y la directiva del Foro Ermua. El servicio de protocolo del Parlamento Vasco actuó con diligencia en la recepción de los presidentes de otras comunidades como La Rioja, Cantabria, Castilla La Mancha y Aragón. Más tarde hacía su entrada la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, el Vicepresidente Tercero, Manuel Chaves, y la Secretaria General del PP, María Dolores de Cospedal y el presidente del Senado,Javier Rojo.
Era un día histórico. Los veteranos dirigentes socialistas vascos Txiki Benegas y Ramón Jáuregui oficiaron de padres políticos en la jura de López ante el árbol de Gernika. Para ellos fueron los primeros abrazos del nuevo lehendakari. El primero, que no logró en 1986 acceder a la lehendakaritza, y que cedió su lugar al PNV ante la falta de apoyos, y el segundo, que años más tarde volcó su pasión política al intentarlo.
La jornada comenzaba en un café de Gernika, donde coincidieron populares y socialistas. Allí, en pleno corazón de la villa foral, María Teresa Fernández de la Vega mostraba su agradecimiento al líder popular vasco, Antonio Basagoiti, por su apoyo para la conquista de Ajuria Enea. Buenos paladares tras los amargos tragos: la presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga, cesaba horas antes al letrado mayor de la Cámara, Alberto Mancisidor, tras haberle mostrado su reticencia a facilitar el ceremonial del acto de Gernika.
Dentro del hemiciclo de Vizcaya, la ceremonia adquiría un carácter distinto al de las pasadas legislaturas. La escenografía diseñada por el artista José Ibarrola anunciaba los nuevos tiempos: en vez de una Biblia, un ejemplar del Estatuto de Autonomía realizado a tal efecto, en chapa de acero, con letras incrustadas como símbolo del compromiso escrito. En vez del juramento «Ante Dios, humillado…», estrenado por el lehendakari José Antonio Aguirre, en 1936, y repetido hasta ahora, la promesa «De pié, en tierra vasca, (…) prometo desde el respeto a la ley desempeñar fielmente mi cargo de lehendakari». Después, una nueva estética: el dantzari con su blusón al viento, sin fajín, y sin txistu y tamboril, que fueron sustituidos por un melódico oboe interpretando el «Gernikako arbola». López renunció a pronunciar un discurso. En cambio leyó dos poemas «Maiatza» (mayo) del escritor vasco Kirmen Uribe, y «Nada es dos veces», de la escritora polaca Wislawa Szymborska, que resaltaba la peculiaridad: «Somos diferentes, como dos gotas de agua».
La ausencia del presidente del PNV
No hubo aplausos a López entre los nacionalistas. Los partidos PSE y PP lamentaban el hecho. Siempre -decían- se había aplaudido al nuevo lehendakari, sin tener en cuenta su ideario político. Entre las ausencias más destacadas, la del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, que no se ha desplazado a Gernika, mientras sí lo han hecho Aralar y Eusko Alkartasuna. Los ex ‘lehendakaris’ Garaikoetxea y Ardanza aportaron cierta solemnidad con su presencia; entre los nacionalistas, quizá fueron los que mejor encontraron su lugar. Incluso iniciaron un cortés aplauso tras la intervención de López, interrumpido después al comprobarse el silencio de sus correligionarios. Y Joseba Egíbar, portavoz parlamentario del PNV, también estuvo más suelto: Fue el primero en felicitar al nuevo lehendakari. La banda muncipal de la Ertzaintza cerró el acto en el parlamento provincial con el «Gora ta gora», el himno oficial de la Comunidad,
Ya en la calle, en el patio de la Casa de Juntas, los abrazos se multiplicaron. El nuevo lehendakari saludaba a los presentes y de forma ordenada, a los mandos de la Ertzaintza. Ardanza permaneció también unos minutos en el recinto departiendo con los periodistas. Auguraba una nueva etapa de adaptación para el PNV en la oposición y un incierto desarrollo de la posición de los socialistas, en relación al Partido Popular. En todo caso, daba por hecha la estabilidad de Patxi López al frente de la lehendakaritza. «Yo llegué para dos años y me quedé catorce», ironizaba.
Las viejas rencillas entre socialistas y populares parecían disueltas. Cada uno celebraba el evento a su manera, por su parte y mezclados. En la memoria de todos, múltiples esperanzas aplazadas, recuerdos amargos de compañeros asesinados, y otros abrazos tristes. En un aire de fiesta, fotógrafos y periodistas se retrataban con el nuevo lehendakari. Y en la calle, los seguidores seguían los acontecimientos. Gernika se abría a un nuevo tiempo. La Casa de Juntas, ya silenciosa, había sido un mudo testigo.
Chelo Aparicio