Sobre el ya sabido propósito del presidente Obama de visitar Egipto el próximo 4 de junio, ocasión para la que prepara un mensaje político dirigido al mundo árabe, el rey Abdala de Jordania acaba de añadir, en declaraciones al Times de Londres, que hará de esta ocasión la base para el lanzamiento de una ofensiva diplomática destinada a conseguir la paz en Oriente Próximo.
Más allá de las observaciones del rey jordano, en el sentido de que si no se alcanza tal acuerdo entre Israel y los árabes habrá otra guerra en el medio plazo (pensemos que entre un año y 18 meses puede ser el tiempo que Irán y Hamas necesitan para cebar otra situación de crisis como fue la que dio pie a la reciente guerra de Gaza), lo que primero salta a la vista es todo cuanto tiene de eco y continuidad la conferencia que Obama quiere convocar para el mes de agosto entre todos los árabes e Israel, incluida por supuesto Siria, con la conferencia que en el otoño del 2007 organizó George W. Bush en Annapolis con este mismo propósito. Un empeño y un camino que no llegaron a su fin por la oposición de Irán, que movilizó a Hamas para que torpedeara las negociaciones del anterior Gobierno israelí con los palestinos representados por Mahmud Abbas.
Todo será más difícil ahora. El acuerdo árabe-israelí pasaba por la final conversión de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en un Estado palestino propiamente dicho y con los atributos básicos del plenario órgano de soberanía. A la propia idea de un Estado palestino es a lo que se opone frontalmente Benjamin Netanyahu, el actual primer ministro del Gobierno israelí. Pero no sólo a eso se opone el hijo del Netanyahu historiador. Benjamin Netanyahu se opone también a que los Altos del Golán, que Israel conquistó a Siria, en la Guerra de los Seis Días, de junio de 1967, sean devueltos a Siria. Argumenta que resultan esenciales para la defensa y la seguridad de Israel.
Sobre este punto también se trapicheaba en tiempos de Livni, con la intermediación de Turquía. Es lógico que referente a eso del Golán se estuviera dando vueltas, porque Netanyahu está en la idea vieja de que la seguridad de Israel depende de una base fija, territorial, que ha sido la doctrina clásica en la reflexión judía sobre su propia seguridad hasta la llegada al poder del asesinado Isaac Rabin. Livni, sin embargo, estuvo siempre en este inverso paradigma «rabiniano» de paz por territorios y, consecuentemente, aceptó en Annapolis el diálogo con Damasco a través de la intermediación de Turquía. Eso se acabó, por ahora.
Y por lo mismo tal es el clavo en el que Obama estará machacando ya. Con la vieja doctrina -que ejemplifica la cuestión del Golán- resulta inverosímil un acuerdo de paz entre Israel y Siria, y por extensión entre los árabes todos e Israel. Es inverosímil incluso con la final edificación del Estado palestino, a lo que Netanyahu también se opone. Más que a su propia conferencia, al Annapolis II, podría el presidente Obama prepararse para que Netanyahu pase por el aro de la conversión a la doctrina, de Isaac Rabin, de que la paz con los árabes sólo será posible si media la devolución de los territorios árabes conquistados en 1967, conforme la Resolución 242 de Naciones Unidas. Pensar otra cosa será volver, en Oriente Próximo, al cuento de la buena pipa.
José Javaloyes