Las seis cajas castellano-leonesas y las cinco andaluzas están advertidas por sus respectivos gobiernos regionales para defender el perímetro, para no salir de la disciplina territorial. Les han dicho que ni se les ocurra mirar más allá de sus propias narices. Se trata de una forma como otra cualquiera de proteccionismo burdo y también de abuso de mandato.
Ambos gobiernos autonómicos quieren tener controladas esas entidades financieras sobre las que ejercen tutela, pero también mangoneo; tratan de disponer de los recursos de esas cajas para hacer políticas regionales sin necesidad de buscar los fondos de forma ortodoxa, es decir, por el Presupuesto y la ley correspondiente.
Los ejecutivos autonómicos tienen ciertas facultades supervisoras y, sobre todo, de control de los órganos de gobierno donde representan al accionista, al pueblo soberano. Todo ello sin coste, no tienen que poner ni fondos, ni la cara. Cuando hay problemas, el bombero que llega a apagar el fuego es el Banco de España y el Ministerio de Hacienda.
Las fusiones interregionales, que son especie no conocida, no entran en ese universo porque los gobiernos autonómicos no quieren compartir tutelas. Algunas fusiones interregionales estarían llenas de sentido y de lógica económica, financiera y comercial, pero aquí se trata de poder, y al ejercicio del poder se subordina lo demás. Un error histórico que pagarán caro, que corta las alas de las cajas y que pondrá en riesgo su larga historia de éxitos.
La fusión a paso de marcha de las cajas andaluzas y castellano-leonesas para dar a luz una entidad financiera regional, un brazo armado financiero de cada Gobierno, dará un resultado final inferior a la suma de las partes, mermará competencia y como consecuencia inevitable abrirá espacios y oportunidades a otros bancos y cajas.
La crisis financiera actual ha demostrado que el tamaño defiende de poco y no es un factor determinante, lo que diferencia es la calidad de los activos y de las políticas. Las fusiones de entidades regionales darán como resultado algo peor a lo preexistente. Las únicas fusiones que funcionan son aquellas que se conducen con liderazgo, alguien con voluntad de crecer y con capacidades y habilidades para sumar.
En Castilla y León y en Andalucía han conocido fusiones de cajas, muy laboriosas, con resultados inciertos. Fueron bien las que han llevado a Unicaja, desde el liderazgo de la antigua Caja de Ronda, y no tanto las que agrega Caja España sin liderazgo identificable.
Cualquiera de esas once cajas podía aportar valor a fusiones interregionales, muchos más que creando el «banco de la región», es decir, el del Gobierno de cada región.
Fernando González Urbaneja