viernes, octubre 4, 2024
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El baúl de Raúl

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La detención en México y su inmediata deportación a Colombia de Miguel Beltrán (alias Jaime Cienfuegos), agente infiltrado de las Farc en los círculos académicos aztecas, ha venido a corroborar la importancia estratégica, en la guerra del Ejército colombiano contra el narcoterrorismo, del apresamiento de los ordenadores de Raúl Reyes, segundo jefe de la organización guerrillera y que ahora habría sido el sucesor de Marulanda, quien las fundara hace más de medio siglo, al hilo del famoso «bogotazo». Suceso aquel de masiva violencia revolucionaria, ocurrido en la capital colombiana al comienzo de la Guerra Fría, en 1948.

La captura en México de este dirigente de las Farc reabre el debate político y diplomático entre el Gobierno de Bogotá y el de Quito, por cuanto fue en territorio ecuatoriano donde se encontraba situado el campamento de Raúl Reyes, con todo el aparellaje informático de la organización, fuertemente custodiado por una partida de gente armada, estimada en unos 50 combatientes que fueron eliminados en su práctica totalidad, con el ataque combinado de la aviación y de las tropas colombianas. Al haberse practicado tal operativo dentro del espacio soberano de Ecuador, trajo como consecuencia que Rafael Correa, el presidente ecuatoriano, integrado en la alianza bolivariana con el venezolano Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y el nicaragüense Daniel Ortega, rompiera las relaciones diplomáticas de Ecuador con Colombia.

La base real de la violación de fronteras por Colombia estaba compensada o equilibrada por la propia injerencia objetiva de Ecuador en las cuestiones internas colombianas, al permitir que las Farc utilizaran establemente el espacio ecuatoriano como base geográfica para su narco-bandolerismo. Extremo éste de complicidad tan evidente como el propio hecho de que el campamento estaba emplazado en territorio «cualificadamente seguro». Tanto como para que se instalase allí quien de hecho era ya el jefe de las Farc, llevando consigo toda la base de datos de la organización.

La captura de Miguel Beltrán, más de un año después del asalto militar el campamento, demuestra dos cosas de importancia muy cierta. Una, la de que el descifrado de la base de datos es tarea muy lenta por propia definición, por lo que el tesoro informativo que contiene será aflorado muy poco a poco, aunque rendirá sus totales frutos con el desplome definitivo de las Farc y el desmontaje de sus redes internacionales de complicidad, tanto en América como en Europa. Ello a su vez, muy probablemente, aportará evidencias capitales sobre el circuito terrorista de la cocaína procesada en la selva colombiana.

El otro extremo de lo que puso sobre la mesa aquella operación en que se ocupó el «baúl de Raúl», es la ya sabida verdad de que la guerrillas, tanto las convencionales (a las que -desde Viriato al Empecinado- les resulta propia una forma no convencional de hacer la guerra) como las narco-terroristas, a las que corresponden las Farc, necesitan de fronteras abiertas o practicables para prevalecer o, simplemente, para sobrevivir. Otra condición para permanencia, propia de este tiempo, es la del blindaje informativo. La captura de sus bases de datos les vulnera irremediablemente. Sucedió con los Farc y sucede, golpe a golpe, con ETA. A la que, por cierto, Sarkozy le ha cerrado la frontera.

José Javaloyes

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