viernes, octubre 4, 2024
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ETA, hacia Estrasburgo

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Justo al comienzo de la campaña para las elecciones europeas, «estalla» la noticia de que el tribunal Constitucional contradice al Supremo y decreta la validez de la lista de Iniciativa Internacionalista, sucursal de ETA, anulada anteriormente por el TS. Eran abrumadores los indicios de esta vinculación que ahora el TC estima desprovistos de suficiente «entidad probatoria». En consecuencia, ETA puede infiltrar sus sutiles tentáculos en el Parlamento de Estrasburgo a través de la «franquicia» que ha improvisado. A la cabeza de esa franquicia, dos candidatos bastante llamativos: el dramaturgo Alfonso Sastre, cuyo acceso a la historia de la Literatura Universal se presume difícil, y Doris Benegas Haddad, cuyos apellidos coinciden con los del histórico socialista Txiki Benegas.

El Constitucional es el mismo que hasta ahora ha venido demorando escandalosamente una resolución sobre la «ortodoxia» del Estatut de Cataluña, pese a que sus contradicciones con lo establecido en la llamada Carta Magna son flagrantes, si bien actualmente se encuentra, como tal Estatut, en plena vigencia.

Es difícil sustraerse a la sospecha de que el Gobierno, en alguna medida, no ha dificultado esta sentencia pese a que la candidatura ahora avalada celebra el triunfo de la legalidad frente a la «presión brutal» del Gobierno. Cuesta trabajo pensar en esa presunta insubordinación del TC cuando tanto se ajusta su línea a las conveniencias del Ejecutivo zapaterista en lo que atañe a Cataluña. ¿Quiere esto decir que el PSE de Patxi López, aun sin el regocijo de su socio circunstancial Basagoiti, recibe como una circunstancia balsámica este aparente indicio de suavización en sus hasta ahora hostiles relaciones con el mundo independentista abertzale?

El despliegue de argumentos contra el permiso de circulación legal que se otorga a la franquicia de ETA son abundantes y conocidas. Las objeciones a su favor tienden en cambio a parecer forzadas. El actual coordinador de Izquierda Unida, Cayo Lara, ha llegado a sostener que «no se pueden ilegalizar las ideas». Peregrina tesis que contradice otros episodios nada lejanos en el tiempo.

En definitiva, anómala normalización. Para alguna mentalidad instalada en el Tribunal Constitucional, Alfonso Sastre, vacunado contra cualquier tentación de condenar las fechorías de ETA, es sencillamente digno de la más alta consideración. Julio Anguita, desde su actual jubilación, ha llegado a decir que «es para nosotros un ejemplo de dignidad y coherencia intelectual». La coherencia que Anguita le atribuye es abrumadoramente incontestable.

El Tribunal Supremo, que sustentaba otra opinión, recordó en su auto condenatorio de la lista filoetarra, un artículo de Sastre en el diario Gara el 23 de diciembre del 2003. El artículo consistía en un diálogo del escritor con su propia sombra. La sombra hacía teatro, nunca mejor dicho, en el sentido de discutirle su actitud en cuanto a la no condena de la violencia (léase terrorismo y asesinato), y Sastre respondía que, aunque siempre indeseable (¡quién lo diría!), «puede ser considerada necesaria en tal o cual momento». ¿En Hipercor, por ejemplo?

La confesión de Sastre con su sombra estimaba «un error para la consecución de la paz», algo «catastrófico para ese magno proyecto que Batasuna desapareciera definitivamente del mapa».

Pero no ha desaparecido; simplemente va experimentando ciertas mutaciones de aspecto. Y ya entonces, año 2003, cuando su sombra le recuerda a Sastre que el Tripartito de Ajuria Enea instaba a Batasuna a la condena de ETA como conditio sine qua non para sentarse a la mesa del diálogo, el insigne autor lanzaba este brillante alegato: «¡Craso error! LA paz ha de ser el resultado final de ese sentarse a la mesa. Si el PNV o EA o EB desean la paz, no deberían insistir en poner esa barrera de que Batasuna «condene» a ETA, pues por el mero hecho de esa «condena» esta fuerza desaparecería del lugar que ocupa, cosa que, desde luego, ni siquiera han conseguido con su ilegalización».

Y tanto que no. La ilegalizaron, pero vino el baile de máscaras, con alguna que otra detonación que tal vez algunos visionarios de la legalidad constitucional cree en vías de insonorización definitiva. Pero de eso, nada. Y además con aspiración a escaño en Estrasburgo. La Batasuna nunca extinta asume ahora el disfraz de Alfonso Sastre, ella que era y pretendía seguir siendo la expresión legal de la banda. Con un poco de suerte, Iniciativa Internacionalista puede sentarse en un foro parlamentario internacional. Nada más acorde con su propia denominación. El tribunal Constitucional merece un homenaje.

Lorenzo Contreras

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