viernes, octubre 4, 2024
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Guantánamo, la tortura y nosotros

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El cierre de Guantánamo tendrá que esperar. El Senado ha rechazado abrumadoramente, 90 votos contra 6, los fondos que pedía el presidente Obama para el traslado de la mayoría de los 240 prisioneros a Estados Unidos. Que hasta los miembros de su partido hayan votado en contra tiene varias lecturas en los medios.

Muchos de los padres de la patria ven Guantánamo como «una afrenta al sistema legal estadounidense» y como un recuerdo de tiempos que se quieren superar, pero -razona el Boston Globe citando al senador McCain- los senadores han considerado que en la propuesta de la Administración no había un plan detallado sobre cómo se cerraría la cárcel, cómo se haría la operación. Hay simultáneamente una oposición generalizada a ver a terroristas extranjeros internados en el territorio de Estados Unidos, pocos senadores querían tenerlos en instalaciones de su Estado por temor a las reacciones de sus votantes. Por último, el Washington Post y el Miami Herald arguyen que también ha influido que los legisladores se han percatado de que el Gobierno ha sido incapaz de convencer a los aliados europeos de que admitan a un número razonable de detenidos. Un periódico dice que sólo Gran Bretaña y Francia aceptaron acoger a un detenido cada una. La cifra es ridiculizada en algún medio. El tema de la insolidaridad europea hace fortuna.

Por su parte, los senadores republicanos se sienten reivindicados y alguno comenta que el sitio más seguro para los terroristas continúa siendo la base en Cuba.

Varios medios de información estadounidenses han reseñado asimismo, a veces extensamente, la petición del juez español Garzón de encausar a varios altos cargos de la Administración anterior estadounidense por una imputación de torturas. Aunque quizás abunden más los que argumentan que esto es un tema estadounidense y que la justicia española no pinta nada en ello, no faltan los que dicen que hay países que se atribuyen una jurisdicción universal sobre esta clase de delitos y en eso estaba basada la decisión española. Los ciudadanos que se manifiestan son más viscerales: a las instituciones oficiales españolas en Estados Unidos han llegado diversas cartas insultantes cuyos firmantes, a veces, proclaman que no van a comprar productos españoles o que no harán turismo en España.

Inocencio Arias

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