viernes, octubre 4, 2024
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7-J: Lo que le espera a Rajoy

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La campaña electoral de los comicios europeos, iniciada en la madrugada del viernes, está transcurriendo, y con seguridad así será hasta el final, a cara de perro, con escasas referencias a Europa, con descalificaciones mutuas y con la vista puesta en los problemas nacionales.

Sin ninguna aportación al papel que España puede desempeñar en Europa, a pesar de que dentro de siete meses nuestro país va a presidir la Unión, sin la mínima pedagogía sobre el reto que para España supone poner en marcha el Acta de Lisboa, que dará más protagonismo político al Parlamento europeo, sin explicar a la ciudadanía por qué es más importante una Europa fuerte, sobre todo en estos momentos de recesión económica global, los dos grandes partidos, y sus máximos dirigentes, han iniciado una ofensiva de acusaciones mutuas donde todo vale: la epidemia de gripe A en el cuartel de Hoyo de Manzanares (una falta de coordinación entre la ministra de Defensa, Carme Chacon, y la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez), la sentencia del Yak-42 y la responsabilidad política que el ex ministro Federico Trillo se niega a asumir, la polémica ley del aborto y la píldora del día después, la herencia neoliberal del ex presidente José María Aznar como desencadenante de la crisis económica, y hasta la guerra de Iraq.

Planteadas como una primera vuelta de las elecciones generales, especialmente por el líder de la oposición, Mariano Rajoy, que se juega el domingo 7 de junio mucho más que Zapatero, ya han comenzado los movimientos y las filtraciones sobre las consecuencias de un resultado desfavorable para el Partido Popular, y ciertos medios, que han estado estimulando las aspiraciones de Esperanza Aguirre (léase, por ejemplo, el periódico El Mundo), han establecido cuál debe ser la vara de medir para empezar a juzgar el futuro de Rajoy.

Todo lo que no sea igualar, por lo menos, los resultados de las elecciones europeas del año 1994, con las que se inició el ciclo ascendente del PP que terminó con la llegada a la Moncloa, por la mínima, de José María Aznar en 1996 sería un sonoro fracaso.

En 1994, en pleno escándalo de los GAL, fondos reservados y huida del director general de la Guardia Civil Luis Roldán, el Partido Popular le sacó al Partido Socialista diez puntos de ventaja, obtuvo un millón setecientos mil votos más que el PSOE y consiguió cinco escaños más la candidatura que encabezaba el popular Abel Matutes que la que encabezaba el ex ministro de Asuntos Exteriores Fernando Morán.

Ésa es la vara de medir que ha establecido el director del periódico El Mundo, Pedro J. Ramírez, ya que, según él, «ésa sería la única distancia suficiente para zanjar el agónico debate latente sobre el liderazgo popular».

Ese pronóstico significa que el mismo día 7 de junio, por la noche, comenzará una nueva ofensiva contra Rajoy (parecida a la que tuvo lugar en marzo del año pasado) para desalojarlo de la Presidencia del PP, ofensiva que ya estaba preparada en las últimas elecciones autonómicas gallegas y vascas, y, que fue frenada a última hora por la victoria de Alberto Núñez Feijóo en Galicia y los resultados claves de Basagoiti en Euskadi.

Por eso no se entiende el interés de Rajoy en plantear las elecciones del 7-J como una primera vuelta de las generales sabiendo, como sabe, que los cuchillos están preparados para rematarle, que el ‘escándalo Gurtel’ puede todavía dar alguna que otra sorpresa y que la rebelión interna dentro del partido, con una Esperanza Aguirre muy quemada políticamente y un Camps a la espera de una decisión del Tribunal Superior de Justicia de Valencia que, conforme pasa el tiempo, nadie se atreve a pronosticar.

José Oneto

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