viernes, octubre 4, 2024
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El voto en las europeas ¿llegará al 40%?

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La campaña electoral para las europeas cumple el calendario previsto con el desinterés esperado o algo más. A los partidos les interesa sólo el resultado y su interpretación más favorable, a la que se afanarán con más entusiasmo y diligencia que respeto a la verdad. Para los populares es la oportunidad de presentarse como la primera fuerza política, lo cual está a su alcance, no tanto por sus méritos cuanto por el desgaste del adversario. Y para los socialistas el objetivo es no retroceder, no ampliar la sensación de debilidad y agotamiento que traslucen.

Las encuestas pronostican cierto empate, con ventaja popular, pero hay mucho indeciso y más desinteresado. Por supuesto que nadie espera una participación edificante, incluso corren un tupido velo sobre la materia y están dispuestos a no mencionar el dato, que no será nada bueno para ninguno.

Las europeas se producen cada cinco años, fuera del calendario nacional que concentra en dos vueltas la toma de posición de los electores (generales y autonómicas-locales), y cursan con la sensación de voto gratuito, distante, que sirve para poco. El hecho de que sean elecciones a colegio nacional y único fortalece su proporcionalidad: otorga una leve prima (entre 1 y 2 asientos) a los partidos más votados y penaliza muy poco a los menos votados, en realidad reparte los restos de los pequeños partidos que no alcanzan el 2% que exige un sistema proporcional directo.

Los llamados a votar el día 7 de junio son 35,5 millones de ciudadanos, 34 millones residentes en España, 1,25 millones residentes fuera y 0,28 millones de europeos residentes en España. La participación en anteriores citas de esta naturaleza fue modesta, más baja que en cualquier otra elección, pero apreciable, más alta que otros países. El año 2004 (tres meses después de las generales que ganó Zapatero, tras el 11-M) participó el 45%; cinco años antes se llegó al 63% y en 1994 rozó el 60%.

Las estimaciones ahora son inversas, una abstención por encima del 60% y una participación por debajo del 40%. No votar es una forma de votar, significa desinterés, comodidad, fatiga, aburrimiento o desprecio o todo ello al tiempo. El voto que vale es el emitido y a ello se aferrarán los grandes partidos instalados. Dicen que la participación alta favorece a los socialistas, pero no está claro que así sea, la última cita electoral en Galicia arruina esa tesis. Es probable que la desmovilización castigue más al partido que gobierna, pero eso mismo vale en cualquier otra cita electoral.

Los partidos movilizan poco, la campaña ha empezado con claves de confrontación decepcionantes y los días que quedan no parecen que vayan a alumbrar debates de calado. De lo oído hasta ahora el personaje más sugestivo es Felipe González, pero no concurre, no es elegible. Más de uno clama: «Felipe… ¡vuelve!, ¡haces falta!».

Fernando González Urbaneja

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