viernes, octubre 4, 2024
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Irán y Pyongyang contraprograman a Obama

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A lo que se ve, ni Kim Yong II ni Mahmud Ahmadineyad desean que ni Corea del Norte ni la República Islámica de Irán, en esta presidencia de Barack Obama, sean apeados de la infamante nómina del «eje del mal» en que fueron instalados por la presidencia anterior de George W. Bush. Mientras el primero insiste en gastarse el pan de sus hambrientos súbditos en pruebas nucleares, el paleto-populista persa se aplica a contraprogramar la política exterior de Obama en el Próximo y en el Medio Oriente, convocando un cumbre regional en Teherán con los presidentes de Pakistán y de Afganistán (Asif Zardari y Hamid Karzai, respectivamente), con los que el presidente norteamericano acaba de tener en la Casa Blanca un doble y fructífero encuentro para concertar la guerra contra Al Qaeda y sus aliados en los dos teatros de operaciones.

Resulta que si Obama tiene en la concertación internacional la premisa para la lucha contra el terrorismo, a Mahmud Ahmadineyad, al que posiblemente le quedan 20 telediarios en la presidencia de Irán, hace una redefinición de la política en Asia centro-occidental, reclamando para ella la autonomía, con la exclusión, por inconveniente, de la presencia extranjera. Al paquistaní y al afgano les ha dicho el persa lo mismo que les ofreció en la primera parte de su mandato a los soberanos de la cuenca del Golfo, Sus Petrolerísimas Majestades. Es decir, que el mundo islámico y del petróleo se las valían para defender sus intereses de la mejor manera posible.

Como no podía ser de otra manera, esta iniciativa de ahora con los presidentes de Pakistán y Afganistán ha caído en el mismo saco roto en que cayó en el de los petromonarquías de la cuenca. La idea de un orbe político musulmán está tan lejos de la realidad próxima como de los escenarios más remotos, como cada día se demuestra en el Iraq de la posguerra con las matanzas recíprocas a la dinamita a que se aplican los respectivos terrorismos de suníes y chíies.

Conviene considerar, sin embargo, que este componente de contraprogramación a Obama del presidente iraní puede tener su oportunidad y sentido por la proximidad inmediata de elecciones en la República Islámica de Irán. El discurso de Ahnmadineyad es populista, como el de su amigo el presidente Chávez, y su cantera de votos la tiene en el campesinado, tan sensible a los mensajes nacionalistas y antijudíos. Lo cual quiere decir que si Al Jameini, el líder supremo de la Revolución, está por la labor de negociar un cambio en las relaciones con Estados Unidos, tal como fue ofrecido por el presidente Obama, no habrá reelección de Ahmadineyad. Especialmente si se aplica a bailar en pareja, internacionalmente, con el venezolano Chávez, que con su compadre ideológico, Evo morales, le suministra uranio para el programa nuclear, según se acaba de revelar. Un socio americano, el de Venezuela, al que la caída de los precios del crudo le ha dejado sin carburante para motorizar sus proyectos revolucionarios en América del Sur.

En Teherán como en Pyonyang les da por sacar músculo con los misiles mientras insisten, bien que a distinto grado de desarrollo, con las armas de destrucción masiva. Y reman ambos en dirección contraria a las propuestas y programas del presidente Obama. Veremos muy pronto en qué se les queda la fiesta.

José Javaloyes

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