viernes, octubre 4, 2024
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Debate y alboroto

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La crisis, siempre la crisis, y la obscena desconfianza entre el Gobierno y oposición. También la gestión ante la gripe A en un centro militar, que no se libró de las polémicas sobre una eventual descoordinación de Defensa con el Ministerio de Sanidad. Chacón replicaba enfadada, como si soportara la pesada losa de las explicaciones sobre una suposición injusta. Eran los platos fuertes y, sin embargo, la pasión la encarnó Caamaño, el ministro de Justicia, en su defensa de los derechos del acusado del asesinato de la menor de Sevilla.

La tarde del sucesor de Bermejo fue ardiente. Respondía al senador del grupo popular por Andalucía, Rafael Javier Salas, si pensaba rectificar sus declaraciones sobre el derecho de mentir de los imputados en el caso de Marta del Castillo y la mecha se encendió. «Con sus palabras -decía el senador popular- usted justificó la posición de los implicados en esta tragedia y se alejó del dolor de las víctimas. En lugar de confortar a la familia, hurgó usted en la herida». Caamaño clamó contra la acusación y acusó al PP de «avivar las cenizas del dolor para arañar votos». El ministro aludió a la Constitución y recordó que el acusado, a diferencia del testigo, «puede callar total o parcialmente o incluso mentir». «Ustedes deberían saberlo», exclamaba mientras achacaba al PP de demagogia y populismo. No estaba solo. Sus compañeros le asentían: «También los del Gürtel», susurraron algunas voces. El ministro sentenció al final: «Mi respuesta es tan clara como lo es la letra de le ley».

También la intervención de Arenas provocó el sobresalto. Amagó con llevar a los tribunales al Gobierno si éste no satisface la deuda contemplada en la disposición adicional segunda del Estatuto de Andalucía, «en dinero constante y sonante». Lo hizo sin contemplaciones y atribuyó al Gobierno intenciones aviesas como la de dar «dinero bajo cuerda» a autonomías amigas. Habló de «grave ilegalidad» con cierto orgullo andaluz herido, en la demora de una partida «que está destinada a escuelas y hospitales». Después lanzó la advertencia para «defender la dignidad de Andalucía». Zapatero buscó en su derecha la expresión de Manuel Chaves y después perdió su mirada en el hemiciclo. Salgado salió al ruedo: Dijo que, al parecer, Arenas no aceptaría «siquiera» «un cheque» sino «un furgón repleto de monedas, o de billetes de 500 euros» para sufragar la deuda histórica. Arenas se carcajeó.

Estuvo risueño y gesticulante, el presidente. La intervención del senador de la Entesa Josep María Batlle Farrán al preguntarse sobre la falta de acuerdos con el PP en políticas contra la crisis, «mientras sí han llegado a pactos en el País Vasco» le movilizó. Antes de ser respondido por Salgado, Zapatero le indicó un mensaje a la vicepresidenta segunda y ésta arrancó sus palabras con el «recuerdo» de que «los únicos que han pactado con el PP han sido ustedes». Zapatero gesticulaba satisfecho, vuelto sobre su escaño hacia el del catalán: «¿Ves, ves?. Es así»

Desde las bancadas populares se escenificaron el desden y la mofa a los comentarios del Gobierno y del Grupo socialista. Y en estos últimos se hacían visibles las burlas contra el «catastrofismo» del PP. Se jaleaban comentarios: «Qué paciencia, qué cara». «La peor derecha de Europa» llegó a decir en su discurso Chacón.

Pese a la bronca, los miembros del gobierno se pasearon ufanos. Algunos como Trinidad Jiménez no se apearon de la sonrisa. Y José Blanco lucía semblante, enfundado en su nuevo traje, en forma, con menos kilos. Más tensa, Carmen Chacón se empleó cansina en explicar el «riguroso protocolo» de la OMS aplicado en la Academia militar.

Aplausos, voces, y golpes de entusiasmo o reprobación en los escaños. Cuando Pío García Escudero le afeó la actuación del Gobierno respecto a la grave crisis en España, y Zapatero le atribuía muy «poca originalidad» en la cita de Groucho Marx («éstos son mis unos principios, pero si no le gustan, tengo otros»), se amplificaron los murmullos. Una socialista llegó a evocar a Nostradamus para definir el talante del PP.

Hubo de todo, hasta asuntos que se pierden entre las pequeñas noticias. La esperanza para la vida del condenado a muerte en Filipinas, el español Francisco José Larrañaga, que planteó Iñaki Anasagasti, y la petición de Juan José Imbroda para que dos españoles de origen bereber no lleguen a ser extraditados a Marruecos. Vano intento. Hay otras cosas que no cambian, como la percepción del uso del castellano y las demás lenguas españolas, en cuyas polémicas Zapatero se colocó en el «equilibrio», en el punto medio.

La tarde seguía. El ministro de Industria terminaba: «Ustedes se ríen, se burlan»…Y añadía su pimienta. «Pero nunca, nunca se acordaron de los más vulnerables». Aplausos de los suyos, risas de los demás.

Chelo Aparicio

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