viernes, octubre 4, 2024
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Campaña electoral y gastos oficiales

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Va a resultar, y eso está cada día más claro, que las más recónditas verdades de la situación de un Estado o de un régimen político, al menos en España, tienden a depender para su conocimiento de las campañas electorales. Cuanto más decisivas sean éstas, tanto más llegará a saberse acerca de lo que ha ocurrido o está ocurriendo en los sótanos del sistema. Lo venimos observando, aunque ello no represente ninguna novedad como síntoma, durante la precampaña y campaña de las elecciones europeas. El repertorio de descubrimientos es abrumador. Numerosos episodios inconfesables salen a la luz, aunque, por supuesto, sólo en parte. Pero algo es algo. Probablemente sin urnas a la vista, el caso de la subvención a Matsa, la sociedad que gestiona Minas de Aguas Teñidas con participación directa de la hija de Manuel Chaves, no habría llegado a conocerse. Tampoco el asunto de los trajes de Francisco Camps, como expresión de unos posibles sobornos aceptados por la Generalitat de Valencia, hubiera salido a la luz. Nada se diga en general del ‘caso Gürtel’, que ha servido de filón para instalar en el escaparate de los escándalos las actividades de varias administraciones autonómicas.

Se trata de corruptelas de larga práctica y bajo espeso silencio durante años y años. El asunto de los aviones oficiales utilizados por los gobernantes para fines privados había asomado la oreja en alguna ocasión, como por ejemplo en aquella circunstancia que aprovechó Alfonso Guerra para llegar a tiempo a una corrida de toros. En esto de los aviones ha tenido especial resonancia el uso que Zapatero hizo de un Falcon militar para acudir a un mitin electoral en Dos Hermanas (Sevilla), cuyo gasto tendría que habérsele endosado al PSOE y no al erario público. Pero ha tenido que tratarse de un forcejeo propagandístico electoralista, porque la utilización de aviones militares u oficiales para desplazamientos y viajes que no los requerían ha formado parte frecuente de las costumbres de las alturas, nunca mejor dicho.

Se está, por tanto, como suele decirse, a la que salta. En cuestión de aviones puede jugar el factor seguridad como pretexto, aunque no puede afirmarse que sea lo habitual. Ahora, con ocasión de la entrevista de dos miembros de ETA al diario Gara, ha trascendido, por testimonio de uno de ellos, que José María Aznar, cuando era presidente del Gobierno, estuvo a punto de sufrir tres atentados con misiles tierra-aire («misiles para derribar aviones», dicen literalmente los terroristas). Hasta ahora sólo constaba de manera fehaciente y pública aquel atentado que ETA perpetró contra Aznar cuando, desplazándose en coche blindado, era líder de la oposición.

Así pues, los desplazamientos aéreos, bastante más costosos que por cualquier otro medio, cuentan con el respaldo del factor seguridad. El Falcon 900 lleva normalmente un caza de escolta, y, aunque ello no se comente, es de suponer que Zapatero viajó a Sevilla protegido, igual que en su día lo fuera Aznar y en distintas ocasiones lo hayan sido el Rey, la Reina y los Príncipes de Asturias. En resumen, quiérese decir que ese viaje al mitin electoral de Dos Hermanas, aparte de excesivo por la utilización del avión, era excesivo como gasto. Y ello tanto más si se piensa que para ir a Sevilla, incluso con mayor rapidez y economía que en avión, existe el AVE y, desde la estación de Santa Justa, un coche oficial recorre en poco tiempo los escasos kilómetros que separan a la capital hispalense de la mencionada localidad.

Se dirá que este asunto es baladí o pura bagatela a escala de consideración crítica. Pero en esto de los gastos oficiales, y más en tiempo electoral, las cosas se pesan en balanza de precisión. Lo hacen, por ejemplo, los británicos, que miran con lupa los movimientos de sus gobernantes, sobre todo ahora de uno llamado Gordon Brown. Este tipo de vigilancia tiene en su extremosidad una explicación: el ejercicio de la oposición va unido al voto electoral y a las expectativas de cambio de Gobierno.

Lorenzo Contreras

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