Juntos pero no revueltos y hacer de la necesidad virtud. Estos aforismos populares son el fundamento de la relación que Rajoy mantiene con Mayor Oreja y de éste con aquél. Entre ambos no sólo no hay sintonía; tampoco complicidad. Lo que hay es una enorme distancia y un recelo recíproco. Por eso la campaña de Rajoy -sin corbata y a pie de obra, como en las gallegas, sin meterse en discursos morales-, nada tiene que ver con la de Mayor, que, además de no coincidir ni territorial ni temáticamente, discurre en un voluntario paralelismo que jamás llegará a cruzarse con la del gallego. Porque Rajoy ha puesto a Mayor en la cabeza de la lista a las europeas por razones prácticas (contener la fuga de votos hacia la UPyD de Rosa Díez) y domésticas (contentar al sector duro de su partido). Está por ver, sin embargo, que los criterios coyunturales sean más rentables que los de coherencia política.
Jaime Mayor Oreja, tan admirable por tantas razones en su anterior trayectoria política, combatió sañudamente a Rajoy antes y después del congreso de Valencia en junio del 2008. Más aún: cabildeó con éstos y aquéllos sobre la posibilidad de formar un grupo democristiano que se escindiera del PP. Algún jerarca eclesiástico fue interlocutor del donostiarra. Mayor, por si fuera poco, estuvo detrás, o al lado, del portazo de María San Gil -tan arbitrario, por cierto- al PP de Rajoy, abandonando el partido en un momento crítico del País Vasco. Y, desde luego, no se oyó al ex ministro popular de Interior mediar con Ortega Lara para que no desertara de las filas rajoyistas. O sea, que Jaime Mayor ha sido, objetivamente, un discreto pero muy activo detractor de Rajoy y de los movimientos centristas del partido tras la pérdida de las elecciones generales en marzo del año pasado.
Las razones por las que Mayor Oreja aceptó la oferta de Rajoy no son claras, pero se acercan más a las explicaciones pedestres que a las estratégicas. Rajoy, por otra parte, siempre podrá aducir que si vence claramente el próximo domingo él es el artífice de la victoria, y si el PP pierde podría argumentar que el candidato no fue capaz de dar la talla. El presidente del PP cree haber asumido un riesgo calculado con el donostiarra y Mayor Oreja, en cualquier caso, se vuelve a hacer con una posición relevante en el PP desde la que mantener visibilidad y cierta influencia.
Rajoy y Mayor Oreja son una pura coincidencia política. Una coincidencia, además, coyuntural. Pero con riesgos para ambos. El vasco no está cómodo en el PP de ahora y el presidente del partido y su entorno tampoco lo están con el candidato. Las encuestas están suponiendo una victoria por la mínima del PP el 7-J. Y eso, en plena crisis económica y con el Gobierno en situación precaria. Mayor Oreja no era el hombre para este momento, y si los resultados así lo dicen -el PP debe ganar con rotundidad para convencer de sus posibilidades en las generales-, no sólo él habrá sido responsable de no obtener lo que el PP debía lograr: Rajoy, aunque sea por pura coincidencia, será corresponsable de las consecuencia de un mal resultado o de un resultado corto. Y algunos ya están con la escopeta cargada. Y Ruiz-Gallardón, a lo suyo, en un rasgo de sensatez que detractores y afines quizá le agradezcan algún día. Alguien debe quedarse en la reserva.
José Antonio Zarzalejos