El consejo del BCE ha decidido mantener el programa de compra de bonos o similares hasta 60.000 millones de euros a lo largo de los próximos doce meses. Es una forma de meter carbón en la caldera de la recuperación incluso con cierto riesgo inflacionario. Al mismo tiempo ha mantenido tipos de interés de referencia en el 1% y advertido que es posible alguna rebaja en un futuro próximo, este mismo año.
La canciller Merkel, rompiendo reglas no escritas en la sociedad alemana a propósito de la más amplia independencia del Banco Central, había levantado la voz contra cualquier veleidad inflacionista de la autoridad monetaria. No ha impresionado a Trichet y a sus compañeros de Consejo, que han mantenido el programa de bombear más liquidez.
No obstante la canciller ha rectificado posición y advertido que en ningún caso quiere mermar o condicionar la independencia del BCE y que su Consejo está haciendo un buen trabajo. Meses atrás varios dirigentes europeos encabezados por el presidente francés Sarkozy, secundado por el primer ministro español Rodríguez Zapatero, presionaron sin recato a los dirigentes del BCE para una implicación más activa y beligerante en la recuperación. Trichet no les hizo el menor caso, no siquiera protestó, lo hizo con hechos dejando claro que le importaban una higa la sugerencias de los jefes de Gobierno.
Los expertos del BCE han rectificado las estimaciones económicas para este y el próximo año para volver a empeorarlas. La recesión es más profunda de lo previsto y puede llevar a una caída media del PIB del euro este año del orden del 5% (casi el doble de lo estimado hace tres meses) y aprecia que el 2010 puede ser también negativo, con una modesta recuperación a partir del tercer trimestre.
Y con respecto a la inflación, que es el objetivo de referencia que la ley atribuye como tarea esencial al BCE, los pronósticos son de estancamiento cercano a la deflación. Para este y el próximo año el BCE no aprecia una tasa de inflación que llegue al 1% anual, es decir, menos de la mitad que lo que se considera razonable y compatible con la mejora de la productividad.
La inflación no es hoy una amenaza, lo es más la deflación en el corto plazo, por lo cual el BCE asume un moderado papel de locomotora, aunque es muy consciente de sus obligaciones, que, a diferencia de la Fed, no incluyen estimular la actividad y el empleo, aunque con una economía en crecimiento todo va mejor.
Lo que ayer quedó claro es que a los del BCE no les inmutan ni la canciller ni los presidentes ni los primeros ministros, lo cual es una buena noticia.
Fernando González Urbaneja