Resultaba muy extraño y hasta insólito no ver a algún jugador del Barcelona en la alineación titular de la selección española de fútbol. Extraño y hasta casi imposible que se pudiera concebir una formación sin la columna vertebral del Barcelona. Estábamos acostumbrados a ello y cuando este hecho no se produce, aunque sea en un ¡bolo! amistoso como el de ayer ante la exótica Azerbaiyán -la 140 del mundo-, cabía esperar que se echara de menos a quienes como Xavi Hernández e Iniesta han venido dotando de toque, armonía y creatividad a la selección campeona de Europa.
Pero esta selección -¿Dios mío, hasta cuándo nos durará este sueño tan maravilloso?- da muestras evidente de que, hoy por hoy, no tiene dependencia de alguien en especial. No juegan Puyol ni Piqué en la defensa y de la chistera salen Albiol y Arbeloa, Y Del Bosque da permiso a Xavi para que disfrute del juego de sus compañeros desde el banquillo y Cesc, Cazorla, Xabi Alonso lo bordan en un todos a una que sigue encandilando a propios y extraños dentro del concierto futbolístico mundial.
Lo de ayer fue un amistoso recaudatorio para la Federación -seiscientos mil euros a la buchaca- y para que el presidente Ángel Villar se haga con los votos azeríes para la candidatura conjunta de España y Portugal para organizar el Campeonato de Europa de selecciones nacionales. Todo ello, por supuesto, a costa de convertir a La Roja en algo parecido a los ‘baúles de la Piqué’ con cerca de cinco mil kilómetros entre pecho y espalda camino de Sudáfrica, donde este domingo le espera Nueva Zelanda como primer rival de la Copa de Confederaciones. Un examen para volver a exhibirnos.
Antonio Cubero