No hay nada más emocionante en la carrera profesional de un periodista que la gestación y el parto de un periódico. Yo he tenido la suerte de haber asistido a media docena de alumbramientos de estas criaturas, pero todas ellas de papel. Criaturas con el olor a tinta como ‘nenuco’ refrescante; el machacante ruido de las rotativas como sonajeros tranquilizadores; el plomo como la maicena que no todos tragan a gusto; la bronca del redactor jefe como el llanto hambriento de un bebé en el silencio de la madrugada, y, sobre todo, el güisqui con el que regar la alegría de una exclusiva o las penas por el pisotón informativo de un colega de la competencia.
Era el periódico de papel. El de la ‘era Gutemberg’. De periodistas bohemios que hacían milagros diarios sobre la fina y depredadora soga de la censura franquista de aquellos años, primero, y la angustia del cierre empresarial sobre la cabeza, después. Así murieron muchas de esas criaturas que dejaron centenares de huérfanos sin redacciones en las que cobijarse.
Por esos cuando hace once años Pablo Sebastián, aún doliente por la defenestración del diario El Independiente, nos llamó a varios profesionales con las canas curtidas por los años vividos en el papel que habíamos coincidido a sus órdenes en su redacción -José Antonio Martínez Vega, Alfonso Pajuelo y a mi- para trabajar en lo más parecido a un sanatorio que a una de nuestras entrañables redacciones, creíamos que nos habíamos vuelto locos enterrando el papel para engancharnos a un invento nacido para dominar el mundo de las comunicaciones del presente y del futuro.
Nos vimos de pronto trabajando en un periódico que no era de papel, con una cabecera como ESTRELLA DIGITAL que rompía todos los estereotipos periodísticos más rancios. Que estábamos embarcados en una aventura tan desconocida e incierta como la de parir un engendro electrónico donde el ordenador arrumbaba la vieja ‘olivetti’; que un artilugio llamado ‘ratón’ como el cordón umbilical que nos une con el alma del ordenador; que íbamos a escribir en un periódico que se podía leer nada más producirse la noticia; que la ESTRELLA DIGITAL entraba igual en una casa de Madrid que en una oficina de Sidney sin esperar a los correos, y que, además, no se iba a vender en los quioscos. Es decir, Pablo Sebastián nos había sacado de la era del papel para hacernos sentir el placer de asistir al nacimiento de un periódico en internet.
Esta criatura electrónica llamada ESTRELLA DIGITAL cumple once años. Poco a poco se nos va haciendo mayor conviviendo con sus parientes supervivientes de papel. Una redacción de jóvenes profesionales ya nacidos en la era de las nuevas tecnologías. Jóvenes periodistas convertidos en consumados maestros de los viejos periodistas amamantados con el pasado de papel.
Antonio Cubero