El euribor a un año, tipo de referencia para la mayor parte de las hipotecas constituidas en España si sitúa ahora en la cota mínima de su historia, por debajo del 1,6%, medio punto por debajo del tipo básico del BCE cuando aplica una política monetaria activista a favor de la inversión y del consumo. Los hipotecados que van a revisar durante estos días sus precios hipotecarios, que son muchos miles de familias, se van a encontrar el mejor regalo imaginable por el recorte de intereses. Los 400 euros de bonificación anual del IRPF que el Gobierno ahora se plantea retirar es un asunto menor frente a lo que supone el actual tijeretazo a los intereses hipotecarios. No pocas hipotecas se van a quedar entre el 2 y el 3%, precios que no obtiene en estos momentos ningún deudor, ni siquiera los más solventes.
Sin embargo no conviene hacerse ilusiones, esta situación no durará, es más que un espejismo pero tiene bastante de espejismo. Es el resultado de una coyuntura singular pero no puede consolidarse y harán bien todos los endeudados en tenerlo muy en cuenta.
Para los acreedores, bancos y cajas, la situación tiene su cara y su cruz. Bajos intereses contribuyen a evitar morosidad, hacen más fácil el cumplimiento de los calendarios de pago (lo cual es prioritario en estos momentos), pero los márgenes financiero se estrechan e incluso entran en zona negativa. Las entidades financieras tienen que pagar cara la captación de recursos, mientras que los empleos de una parte de su cartera se reducen hasta producir pérdidas.
La situación financiera va normalizándose pero con contradicciones y consecuencias no buscadas que crean problemas. El precio del dinero se va a encarecer, los endeudados a largo plazo con hipotecas variables van a conocer en una o dos décadas cambios de precios y deben andar prevenidos de ello. A medio y largo plazo el dinero será más caro, y no puede ser de otra forma. Pagar la factura de la crisis llevará tiempo y tiene precio.
Fernando González Urbaneja