jueves, noviembre 28, 2024
- Publicidad -

Montilla manda en Moncloa

No te pierdas...

Ha dicho Zapatero que «no está dispuesto a abaratar el despido», es decir, que está dispuesto a abaratar España y aumentar el paro pero no a pactar una reforma del mercado laboral, porque dice el presidente que eso no está en su programa electoral ni en su discurso de investidura, donde sí estaba «el pleno empleo». En realidad, Zapatero se opone a esa reforma que ya le piden desde el Banco de España y el Banco Central Europeo, porque ésa sería su enésima rectificación y el fin del discurso social/populista con el que pretende salvarse él electoralmente del impacto de la crisis económica, lo que no es verdad porque ese discurso se estrelló en las recientes elecciones europeas, sin que Zapatero ni sus congéneres de toda la socialdemocracia europea hayan conseguido descifrar el enigma de por qué paga la izquierda los platos rotos por la derecha financiera capitalista en la crisis que hoy nos invade.

Al final, agarrado al salvavidas de los sindicatos como a la última tabla del naufragio de su Gobierno y sometido a la «dictadura» de José Montilla -que desde la Generalitat de Cataluña se ha hecho el dueño y señor de Moncloa poniendo la financiación catalana como condición sine qua non de todo apoyo del PSC y ERC a los Presupuestos Generales del 2010-, Zapatero va de aquí para allá, intentando ganar tiempo -más bien perdiéndolo- a ver si logra la cuadratura del círculo de su supervivencia política, aunque en ello arrastre la crisis económica española por un torrente incontrolable que tarde o temprano acabará arrastrándolo a él. Ahí está el espectáculo que dio ayer el PSOE en el Congreso de los Diputados, primero apoyando la subida de impuestos de la mano de IU e ICV y luego frenando semejante iniciativa a petición de CiU, con lo que el Gobierno rompe con el ala izquierda pero se asegura el apoyo del nacionalismo catalán conservador para poder aprobar el techo de los que serán los Presupuestos del 2010.

Tal como están las cosas, y no hace falta que lo digan a los cuatro vientos los máximos responsables del Banco de España o Banco Central Europeo, Fernández Ordóñez o Trichet, este país no tiene más salida -no nos vamos a cansar de decirlo- que la gran coalición PSOE-PP, siguiendo el modelo del País Vasco, para abordar la crisis, pero sobre los sólidos pilares de la nueva cohesión nacional. Para que las bromas, amenazas y chantajes de Montilla dejen de escucharse en el debate nacional y de condicionar a todo resto del Estado con un vulgar desafío que afecta no sólo a las arcas públicas, sino y sobre todo a la cohesión y la identidad nacional. Y ello sin olvidar la muy flagrante prohibición en Cataluña -contra la libertad, Derechos Humanos y también la Constitución- de la prohibición de la enseñanza en castellano, cosa que no es imaginable en cualquier país de la Unión Europea, o de Occidente, salvo en esa parte del territorio español, y en parte de Baleares.

Estamos asistiendo a un vacío de poder en la presidencia del Gobierno de España -ayer Zapatero andaba de excursión por África haciendo obras de caridad-, porque el presidente sólo piensa en sí mismo y se ha olvidado de la nación española, de su propio partido y del resto de las Autonomías, lo que podría propiciar la rebelión de otras baronías del PSOE, empezando por Andalucía, y aquí incluidos los dirigentes históricos de este partido. Y mucho cuidado con el PP si los virreyes periféricos de Rajoy, como los de Madrid y Valencia, acaban haciéndole el juego a José Montilla y no ponen los pies en la pared del Estado, como ha anunciado el presidente gallego, Núñez Feijóo, en Madrid, lleno de sentido común y de coherencia con una posición de Estado y de pleno respeto a la solidaridad y a la cohesión de la nación española.

Las últimas cifras del déficit público -que anuncian tormentosas subidas de los impuestos-, la caída del turismo, el desastre en los servicios y la que se espera como imparable cascada de cierre de empresas a la vuelta del verano por falta de liquidez y financiación, nos anuncian un otoño negro y caliente que provocará el desbordamiento de los líderes sindicales por la legión de los parados y la indignación nacional por la ocupación de facto del palacio de la Moncloa por el insaciable Montilla y sus socios independentistas de ERC, que reciben mejor trato que cualquier Autonomía leal al Estado y a la nación española.

Y lo asombroso de este descenso ciego de Zapatero por los rápidos de la gran catarata por la que se va a despeñar es que nadie lo vea en su partido, en el Gobierno, ni en el deshabitado palacio de la Moncloa, donde moran los seiscientos asesores de nadie sabe quién ni para qué. Pero lo malo no está en que se estrelle Zapatero, ni que haya perdido dos años negando la crisis y diciendo luego que ya está en vías de solución, sino que nos arrastra a todos con él. Y entonces el remedio será mucho peor que la enfermedad que padecemos. Y mientras tanto el fantasma de Montilla está sentado en la Moncloa, y todavía nos decía su socio de ERC, Joan Ridao, «que España es un mal negocio para Cataluña». Exactamente es al revés.

Pablo Sebastián

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -