El peligro, al menos para la claridad del debate, es convertir las discusiones parlamentarias sobre impuesto, déficit y cuentas públicas en un fárrago de datos que, a la postre, se convierten en incomprensibles. El de ayer, de todos modos, debió servir para que el lego en materia impositiva terminara angustiado. El presidente, al anunciar una medida que no resultará grata a muchos contribuyentes, la subida de impuestos, dijo acudir a la «solidaridad» (la de los que pagarán más) para conseguir 15.000 o 16.000 millones de euros para atender a los más desfavorecidos. Pero a continuación, al hablar de la todavía desconocida Ley de Economía Sostenible, se refirió a dos fondos que la acompañarían: 5.000 millones de euros para proyectos municipales relacionados con ese hipotético nuevo modelo y 20.000 millones para canalizar la financiación al sector privado en materia de innovación. El contribuyente hace las cuentas de la vieja y se da cuenta de que, en el mismo día, ya se ha comprometido bastante más que el incremento de recaudación que tendrá que salir de su bolsillo. Si se suma el déficit, el endeudamiento, el descenso de la recaudación en los impuestos ahora vigentes y no modificados, terminará por dar la razón al líder de la oposición, Mariano Rajoy, cuando dibuja el panorama como una situación en la que no hay subida de impuestos capaz de tapar el agujero.
El primer fondo, además de no estar concretado, no apunta mucho a la solidaridad porque, a diferencia del Plan E, les va a resultar a los municipios pequeños ofrecer ahora proyectos coincidentes con la Economía Sostenible que puedan paliar el desempleo de sus ciudadanos. De todos modos, el presidente acepta que el déficit y la situación de las cuentas públicas es una cuestión preocupante y se muestra dispuesto a hablar de ello con Rajoy, aunque lanzando previamente una puya: le recomienda que antes de verse se reúna con alcaldes y presidentes regionales del PP para que le expliquen qué hacen con los impuestos y el déficit. Concreta Rodríguez Zapatero las críticas en las cuentas del Ayuntamiento de Madrid y, antes de escucharle, el alcalde Ruiz-Gallardón se refería en la COPE a la financiación de los ayuntamientos quejándose de que el presidente del Gobierno ha incumplido su promesa de abordar, junto a la autonómica, la financiación municipal, lo que lleva a los ayuntamientos a dificultades gravísimas al tener que hacerse cargo de competencias y gastos (algunos más allá de sus competencias) que quiebran la estabilidad de los números. Así que si uno tiene que reunirse con los alcaldes, el otro debería ir haciendo, previamente, algunos deberes pendientes.
Sin embargo, lo más llamativo del caos económico es que el Gobierno, enarbolando los datos de un endeudamiento menor que en otros países europeos, sigue insistiendo en que hay margen para más gasto público y más déficit. Si no es conveniente, como él mismo dice al criticar a otras administraciones locales, podría pensarse que, en las circunstancias actuales, se comprende la desviación de la ortodoxia hasta que las cosas mejoren. Podría si ese fuese el único dato de nuestra economía, pero, para enfrentarse a las consecuencias de la crisis y salir de ella, hay que considerar que el endeudamiento de las familias y muchas empresas es singularmente superior al de otros países, que nuestra competitividad, tanto por razones coyunturales como profundas, es inferior, que nuestra burbuja-ficción ha ido más allá del sector urbanístico, que, en definitiva, estamos peor preparados, tardaremos más tiempo en recuperar el gasto de ahora y el crecimiento y que, si no se remedia, el sistema se va a convertir, valga la paradoja cuando se habla de la Ley de Economía Sostenible, en insostenible.
Germán Yanke