No hay nada nuevo. Todo venía ocurriendo desde hace por lo menos veinte años, en pleno curso de la llamada democracia. Acaba de saberse, con material gráfico incluido, que, según la versión difundida y filtrada a algunos periódicos de alcance nacional, ha habido una «operación Filesa» en valencia, organizada por el PP. Y quien facilita estas revelaciones es la propia Policía. El informe policial, citado como tal, dice que personas de la confianza de Francisco Camps, presidente popular de la generalitat valenciana concernido por el asunto de los trajes como compensación de licencias a empresas, orquestaron una financiación ilegal del PP, análoga a la que afectó al PSOE en su día y que le costó perder el poder en las elecciones del año 1996.
El Poder Judicial queda al margen de tales asuntos, hasta ahora secretos, y es la Policía la que «sopla» a medios periodísticos las particularidades de esta supuesta corrupción. El mundo de Camps, y de rechazo la cúpula del PP, con Mariano Rajoy al frente, vuelven a quedar «tocados» y la dirección se ve en el compromiso patético de tener que hacer frente a una nueva ofensiva socialista, aunque oficialmente no haya sido el partido de Zapatero el autor o dirigente de ella.
Toda la segunda legislatura bajo la presidencia de Zapatero da la impresión de haber sido y seguir siendo una atroz batalla interpartidista por destruir el crédito ajeno para compensar el deterioro del crédito propio. Y eso que las elecciones próximas, las de 2012, están todavía a medio lustro de distancia. En cuanto al PSOE, a eso se llama madrugar en la estrategia de frenar al partido que le pisa los talones en las encuestas, en plena crisis económico-financiera y, por tanto, en pleno desprestigio del PSOE y de su Gobierno.
Hay que insistir: nada nuevo. Bajo la pauta modélica creada por Nixon en el Watergate, agentes del entonces CESID, antecedente del actual CNI, invadieron subrepticiamente la sede de la entonces AP, presidida por Fraga, en 1988. Los servicios secretos del coronel Manglano, a las órdenes de Narcís Serra, ministro de Defensa bajo Felipe González, aprovecharon la inexistencia de servicios de seguridad en Génova, 13. Y los confidentes actuaron para orientar a los espías del CESID sobre la localización de la «información sensible» del partido.
Todo esto se supo con detalle, y se publicó, gracias a la deslealtad, se supone que bien remunerada, de antiguos agentes de los servicios mencionados. Hasta que Álvarez Cascos, vicepresidente primero del Gobierno de Aznar, no ordenó medidas de seguridad, la sede de Genova 13, fue extremadamente vulnerable.
De todos modos, la estrategia del «desgaste» del adversario por la vía del espionaje, cuya primera ruidosa expresión conocida se remonta a mayo de 1985, con Felipe González en la Moncloa gracias a las denuncias de AP y del PCE, se mantuvo activa pese a los desmentidos oficiales. Los agentes de la Brigada de Interior, dirigida por el comisario Alberto Elías (ya fallecido), encontraron resonancia en la prensa. Se contó que Alfonso Guerra, a la sazón vicepresidente del Gobierno, tuvo en sus manos con publicidad el texto de un discurso, entonces todavía no pronunciado, de Manuel Fraga. Hubo querella de la dirección de AP, que acabó archivándose.
Era, como queda ya indicado, la manifestación de la estrategia del desgaste ajeno. Ahora, con fundamento o sin él, el informe policial sobre el «caso Gürtel» ha resucitado por vía mediática. Lo cual significa que el caso no ha muerto, que sigue vivo como instrumento de combate político, con todas sus repercusiones judiciales, si es que llega a haberlas de nuevo. Según Mariano Rajoy el asunto está terminado. Ya veremos. Desde luego, los partidos que se sienten perdedores, sobre todo cuando aún conservan el poder y temen que se les esfume, tienden a ser peligrosísimos. Se dirá que ello responde a las virtudes de la democracia. Vayan ustedes a saber. Dicen que así se escribe la historia.
Lorenzo Contreras