sábado, noviembre 23, 2024
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Una España inimaginable

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Todo son dificultades, como se ve, y todavía hay quienes quieren consolarse (y quitarse la responsabilidad), insistiendo en que lo peor de la crisis es importado: la crisis financiera, en primer lugar, la económica después, la agravación hasta el precipicio ahora. Vamos, que nos hemos tenido que poner a hacer recortes y reformas laborales y financieras porque Europa estaba en un mal momento y somos un socio solidario…

La realidad es que el país está sumido en el desastre. Hay una crisis económica pavorosa que va demostrando cada día nuestras deficiencias particulares. Hay que reformar el sistema financiero porque hemos dado carta de naturaleza a un funcionamiento politizado de las cajas de ahorro. Hay que hacer la reforma laboral porque heredamos y mantenemos rigideces que vienen desde el Estatuto del Trabajador. Hay que enfrentarse al caos inmobiliario porque hemos creado voluntaria e irresponsablemente una burbuja imposible. Hay que empeñarse en la productividad porque nuestras muchas horas de trabajo no rinden lo que rinden en los países de nuestro entorno. Tenemos pendiente un programa de innovación serio, una revolución en materia energética. Nos estamos planteando cada vez más seriamente la deriva que está tomando lo que era uno de nuestros logros colectivos, el Estado de las Autonomías. La Justicia está mal gobernada. El Constitucional padece en su prestigio, o en su falta de él, el sistema perverso de designación de magistrados. Hay también una crisis institucional. Cuando hablamos razonablemente de lo que hay que hacer nos encontramos con una deficiente educación. Ni somos capaces de darnos cuenta de lo artificialmente que hemos vivido, de cómo se ha podido mantener durante tanto tiempo todo un sistema por encima de nuestras posibilidades. Las encuestas dicen que no confiamos mucho en que las cosas mejoren y que consideramos a los políticos un problema más que una solución. Y podría seguir.

El caótico momento supone, sin embargo, una oportunidad y un reto. Quizá se dé el milagro, de pronto, de que algún político y su partido, en vez de crispadas discusiones, se pongan a presentar un programa para que España, con el tiempo, sea inimaginable para los que la vemos ahora.

Germán Yanke

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