Hace unos meses hablé con Sebastián Reyna, secretario general de UPTA, una de las asociaciones de autónomos más poderosas del país. Me dijo que la crisis iba a lanzar a muchos autónomos a la economía sumergida. ¿Cuántos? Unos 100.000 al año. Creo que no se equivocaba.
Los autónomos tienen que pagar un mínimo de 250 euros al mes a la Seguridad Social para disfrutar del estatus de autónomos, y por supuesto, de los beneficios del sistema de la salud así como de la futura pensión. Pero para muchas familias, esos 250 euros bien sirven para hacer la compra del mes. Por eso, se dan de baja, y dedican ese dinero a cuestiones de supervivencia.
Trabajan ilegalmente, claro. No puede emitir facturas con su NIF o CIF porque les pillarían. Hacen chapuzas y cobran en negro. ¿Un negocio fascinante? Bueno, es lo que hay. Es ilegal pero van tirando.
Eso es lo que en parte está evitando que este país se incendie. Se estima que la economía sumergida, o sea, las empresas o los autónomos que están trabajando sin revelar sus actividades a Hacienda, acapara el 20 o el 25% del PIB. El Gobierno trata de meterles mano sin hacer mucho ruido, porque, aunque no paguen impuestos, tampoco son una carga para el Estado. ¿O sí?
Sí, claro. Me refiero a las personas que están cobrando su seguro de desempleo y a la vez están haciendo chapuzas. Eso está sucediendo. Lo que está pasando en España no es la mejor de las situaciones para el parado, pero muchos están cobrando por un lado y trabajando ilegalmente.
Hace poco, hasta The Wall Street Journal comentó que lo que está salvando al país del incendio social es la economía sumergida. El artículo decía que la economía sumergida en Grecia, España, Italia y Portugal “está haciendo las veces de colchón contra la convulsión social”.
El periodista que escribió la noticia cita a un jubilado inglés que vive en España y que dice: “Verás que te ponen caras raras si extiendes un cheque para pagar obras de albañilería en tu casa. Te piden que se lo des en dinero efectivo”.
Con un sector turístico como uno de los motores del crecimiento, el periódico señala que el dinero sin facturas corre de acá para allá con enorme facilidad. Y eso es lo que está sosteniendo a buena parte del país. La economía ilegal.
Como dice en su titular: “La economía sumergida, una extraña bendición”.
Carlos Salas