Si se analizan los directorios del Council of Public Relations Firms, la alianza de compañías de relaciones públicas estadounidenses, se descubre que los apellidos judíos son, quizás, mayoritarios. En Nueva York hay empresas cuyos creativos judíos hacen pasar por demócrata a Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro islamista turco que amenaza con deportar 100.000 armenios por capricho, persigue sanguinariamente a los kurdos sin que nadie proteste y niega el genocidio de al menos 420.000 personas en Darfur “porque lo prohíbe el Corán”.
Alguna de esas compañías quizás le diseñó la magistral maniobra propagandística turca de la flotilla del Mavi Marmara en la que cayó Israel al matar a nueve turcos, violentos antiisraelíes que en sus propias grabaciones de vídeo reclamaban la guerra santa y el exterminio de los judíos. Mientras, el periodista televisivo israelí más famoso, Yair Lapid, denunciaba el autismo de su Gobierno para explicar la acción de los comandos. Él mismo no recibió respuesta a sus preguntas sobre los hechos: los órganos oficiales de información eran inoperantes o inexistentes.
Tras el abordaje “intenté como muchos periodistas comunicarme con el ministro-portavoz de Información y Esclarecimiento israelí, Yuli Edelstein. Todo lo que pude alcanzar fue a su buzón de mensajes, grabado en hebreo. Aparentemente, el ministro no pensó que podría ser contactado por periodistas extranjeros pidiendo explicaciones”.
“Israel no sabe nada sobre los medios, sobre relaciones publicas, y nada sobre cómo funciona la prensa mundial. No sabe cómo activar la opinión pública, televisión, blogs, internet, respuestas rápidas o la dinámica de los eventos mediáticos», dictamina Lapid. Lo que explica el desconcierto de los diplomáticos israelíes por todo el mundo y ratifica que los judíos son pioneros de las RR.PP., pero los beneficiarios de sus mejores ideas son siempre quienes quieren exterminarlos.
Manuel Molares Do Val