Rodríguez Zapatero tiene el mérito impagable de haber puesto de acuerdo a todas las empresas de sondeos que en el mundo son. Todas ellas coinciden en que ZP es el presidente que más rechazo genera en la opinión pública de cuantos han pasado por el lúgubre Palacio de la Moncloa. Al hombre de las cejas afiladas ya no lo quiere ni el que barre en el PSOE. Hasta sus más fieles son conscientes de que ZP esta amortizado y que su resistencia numantina para permanecer en la poltrona se está llevando por delante a un país, todavía España, al que ha engañado con contumaz desvergüenza y a un partido histórico que no puede permitirse más desatinos para garantizarse una continuidad de futuro necesaria para la saludable alternancia.
Si hasta el periódico de Cebrián está convencido de que hay que cambiar a Zapatero, no voy a ser yo quien diga lo contrario. Ya es sólo una cuestión de plazos, de conveniencias electorales y de presupuestos. Lo malo es que en el camino nos vamos a dejar más paro, más ruina y lo poquito que nos queda de prestigio internacional.
A ZP le están buscando un recambio interno difícil de gestionar. ¿Quién quiere en el PSOE dar la cara para que se la partan en la próxima llamada a las urnas? ¿Quién está dispuesto a ser el enterrador malparado? ¿A quién le va a tocar entregarle al PP una caja vacía de dinero y llena de pagarés vencidos? Me temo que ese candidato sólo pueda estar en los ensueños universales de Pajín o en las aulas doctrinales de Aído, aunque muy escondido. Se acaba la hora de ZP y llega el momento de Rajoy. El jefe del PP -a poco atento que haya estado- ya sabe todo lo que no hay que hacer a la hora de formar gobierno. Sabe que no hay que rodearse ni de amigos, por el mero hecho de serlo, ni de inútiles. Y mucho menos de amigos inútiles. En las filas de su partido hay mucho donde elegir de entre antiguas y nuevas mesnadas. Rajoy tiene la obligación de acertar con el que será el equipo de Gobierno que saque a España del marasmo en el que los manirrotos sectarios nos han metido. Además, tendrá que hacerlo desde el primer día porque la desazón ciudadana no le va a dejar margen para el error.
Hay gente en el Partido Popular que ya ha demostrado su valía gestionando ayuntamientos y comunidades autónomas. Esperanza Aguirre o Juan Carlos Aparicio son buenos ejemplos de ello. Hay otros también que se han destacado en los duros años de oposición por saber dar la replica parlamentaria al Gobierno y poner contra las cuerdas a su demagogo presidente. Para el que todavía no lo haya hecho, le recomiendo escuchar las intervenciones de Pío García Escudero en las sesiones de control al Ejecutivo. Y hay además en el PP políticos de nueva hornada -quizá controvertidos- que, como Basagoiti, están sabiendo jugar una dificilísima partida en el País Vasco con unas cartas muy complicadas de barajar.
Al prudente y metódico Rajoy se le va acabando la arena del reloj para completar el crucigrama. Espero que no lo deje para el último minuto en el que las ambiciones personales y las presiones partidistas puedan llevarle a una indeseada improvisación. Es verdad, primero hay que ganar las elecciones dejándose la piel en el terreno de juego, aunque tengo para mí que los meses venideros van a seguir llenando de votos el capacho de Mariano Rajoy, para desesperación de ZP y sus comparsas. Más vale estar preparado.
Paco García de Diego