En las secciones de autoayuda de las librerías aparece cada semana una docena de títulos para dar lecciones de buena gestión. He aquí sugerencias para una nueva hornada de libros de autoayuda, adaptados a los momentos actuales.
Empecemos con una colección para el director de personal que tiene que despedir empleados. Nada mejor que las claves de Robespierre. “La guillotina, esa gran amiga”. El prólogo lo podría escribir Monsieur Guillotine, que diría: “Sólo duele la primera cabeza que cortas. Luego, ni lo notas”.
Para el jefe dictador se pueden encontrar muchos ejemplos en personajes históricos, pero ¿para qué darle vueltas? Hay que ir al grano con este título: “Stalin, para principiantes”. Y en caso de que sea una multinacional, y el director tenga bajo su mando a cientos de miles de empleados, recomendamos este otro: “Mao: cómo fastidiar a mil millones de compatriotas y que te sigan venerando”.
Para cuando la empresa es un conflicto permanente entre trabajadores y directivos, y no hay visos de que se apague ese incendio, se puede recurrir a nuestro conflicto nacional. “La guerra civil española para managers”. Subtítulo: “Cómo seguir peleando 70 años después de la contienda”.
Todos hemos vivido el caso de los empleados que se pasan la vida adulando a los jefes. Éstos serían algunos títulos recomendados. “El baloncesto en la oficina. ¡Tú también puedes botar la pelota!”. O quizá: “Los peores chistes del jefe no son tan malos. ¡aprende a reírte con ganas!”. Y éste en especial, para los empleados serviles: “Saludos a la japonesa: incline la cerviz y ascienda en su compañía”.
A los ejecutivos tóxicos que destrozan las empresas les convendría un título extraído de las enseñanzas de Nerón que se titularía “Si yo pude incendiar Roma, ¿por qué no quemar tu empresa?”. O bien, este otro: “Gestiona tu hundimiento”, por el capitán del Titanic. Aunque, la verdad, éste sería el más apropiado: “Cómo arruinar una empresa teniendo a los mejores empleados”, por Ron Dennis, director de la escudería McLaren, cuando hizo que Alonso y Hamilton se pelearan a muerte.
Muchas veces, la empresa nombra a jefes que se dedican a crear mal ambiente y a hacer la vida imposible a sus subordinados. Seguro que estos capos pueden aprender mucho de estos títulos: “Inteligencia destruccional”; “Hannibal Lecter para debutantes”; “La excelencia según Jack el destripador”. Hay otros jefes que no saben delegar. Nada más exquisito que estas enseñanzas. “Mi imperio y yo. No delegues ni el café”, enseñanzas de Felipe II.
Para los empleados perezosos y listillos que no dan clavo recomendamos títulos médicos: “Cómo simular una depresión y tomarte un mes de baja”. “Diez dolencias indetectables, pero eficaces, para no ir a la oficina”. “Juega al golf mientras otros trabajan”. “Mil y una excusas fascinantes para llegar tarde y salir pronto”.
Y para los expertos del departamento de informática que están todo el día recibiendo llamadas de socorro, vean este manual: “Apágalo y enciéndelo: la magia de una frase”. Y también éste otro: “Infospeech: vocabulario para confundir a los empleados”. Uno muy útil es: “Haz que parezcan tontos porque lo son”. Y por último, cuando todo falla. “Échale la culpa al servidor”.
Puesto que los empleados sufren las decisiones erráticas de la compañía, ¿por qué no acudir a la Biblia? “Job: lecciones de resistencia empresarial”. Subtítulo: “Él pudo aguantar muchos días en la barriga de una ballena, así que aguanta a tu jefe durante años”. Para los empleados que son traicionados por sus compañeros, he aquí un texto hermoso. “Jesucristo: mira donde acabé por ser bueno”.
Y a propósito de los comedores de empresa llenos de máquinas de vending, no estaría mal darse una vuelta por una librería para encontrar un texto con la siguiente propuesta: “Ferrá Adriá no pasó por esta empresa”. O bien: “Gestión de la indigestión”. Y sobre la hipocresía de ese momento que es la cena de Navidad, convendría leerse este otro: “La Divina Comedia”.
Sobre las dietas injustificables y gastos excesivos se podrían escribir miles de libros, pero éstos serían ideales: “Come con tu pareja en El Bulli y di al contable que era un cliente importante”. O bien: “Llama a tu novio a Singapur y que pague la empresa”.
En aquellas ocasiones en las que todos los empleados se reúnen en una gran sala alrededor de los jefazos para aguantar largos discursos aburridos que nunca terminan hay que sugerir estos manuales. “Curso rápido para aplaudir en ocasiones célebres”, “Convierte tu bostezo en un signo de admiración”.
A veces, los empleados son llamados al despacho del director para recibir una gran bronca. No son buenos momentos, pero no hay más remedio que aguantar el chaparrón. Sin embargo, hay técnicas de autoayuda que se podrían describir en el siguiente título. “Autohipnosis en la oficina”. Y si ése no sirve hay que echar mano de éste otro: “Viajes astrales al minuto”.
¿Y Beethoven? ¿Qué lecciones se pueden sacar de su vida? Los directivos pueden aprender mucho del compositor alemán a la hora de escuchar las peticiones de sus subordinados. He aquí un manual perfecto para esas ocasiones: “Aprovecha la sordera de Beethoven. No escuches los aumentos de sueldo”. O bien, consejos sobre disfunciones cerebrales: “Incluye el autismo en tu cuadro de mando”.
No menos atractiva es la serie de títulos que proponemos a los analistas financieros, esos señores que se pasan el día adivinando lo que va a suceder en los próximos meses o años, y que nunca aciertan. Atiendan estas sugerencias: “El Tarot, para analistas”; “Imite a Nostradamus: haga que cualquier previsión parezca verdad, aunque no se cumpla”; “Use el calentamiento global para explicar sus errores de cálculo”.
Carlos Salas