sábado, noviembre 23, 2024
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Antisemitismo

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Hay mucho antisemita por el mundo que, para disimular, asegura tener un amigo judío o haber visitado con emocionado respeto una sinagoga. Los hay también, ciertamente, que ni eso, es decir, que no ven necesario ni disimular. Es evidente que los ciudadanos de Israel saben distinguir entre su Gobierno, su país y los judíos en general. De no ser así no habría, como hay allí, Gobierno y oposición, discrepantes y discrepancia institucionalizada, elecciones y Estado de Derecho, lo que, por cierto, no ocurre en muchos otros países de la zona, algunos enemigos de Israel enarbolando hipócritamente la bandera de una supuesta libertad. Pero también hay un antisemitismo que se acoraza en el sucedáneo de esas distinciones y que se empeña en que el judío, para que sea tratado como un igual, renuncie a Israel o a su Gobierno como una suerte de dictado dogmático. Si no lo hace públicamente y de la manera que interesa a aquéllos puede ser maltratado aduciendo vergonzosamente que no es por ser judío.

No teorizo sobre lo hipotéticamente posible. Constato lo que está ocurriendo estos días. Tras el asalto a uno de los barcos de la flotilla de apoyo a Gaza (porque lo de “flotilla de la libertad” es un rótulo inacepable), lo estamos viendo. Espero sinceramente que, aunque vivamos en un lugar en el que tantas injusticias se callan para poder defender mejor las ideas propias o incluso para denunciar otras sin cortapisas ni detalles, la indignación por algunas cosas que están ocurriendo en España sea más general de lo que parece. Un estudiante judío es agredido en una universidad madrileña, los participantes israelíes de una reunión internacional son amenazados, acosados y atacados, las organizaciones de homosexuales no quieren a los procedentes de Israel en su Día del Orgullo Gay -asunto paradójico teniendo en cuenta que es el único país de la región en la que se puede ser y manifestar que se es homosexual sin ninguna traba-, una familia judía es insultada con pintadas, la otra desplazada, etc. Se sintoniza una radio y se denuncia la “violencia del ejército” israelí “que es la de siempre” o que, hablo naturalmente de oídas pero no invento, “que es el modo en que actúan los judíos”. Quien diga, participando en ello o aprobándolo, que distingue el Gobierno de Israel de todo lo demás y que lo hace o lo aprueba por la actuación de aquél, miente como un bellaco y demuestra su indignidad moral, sea esta indignidad cristiana, musulmana, laica o atea. Y está habiendo, desgraciadamente, mucha y creciente indignidad. Y que sean unos patanes no consuela.

Germán Yanke

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