viernes, noviembre 22, 2024
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Tarde, esperemos que bien

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Meses y meses mareando la perdiz en el “diálogo” entre patronal y sindicatos sobre la reforma laboral para que, al final (y después de algunas falsas esperanzas generadas en los últimos días), haya quedado en nada. Y digo en nada porque, aunque se haya logrado algún entendimiento concreto en estas largas negociaciones, los sindicatos se quejan no sólo de no haber logrado algunas reivindicaciones sino también del “enfoque general” de la reforma que se avecina. Quizá ambos, patronos y sindicalistas, estaban a la espera del Gobierno. Unos, los primeros, porque se impusiera el realismo de la grave situación. Otros, los segundos, porque esperaban que su idilio con el Gobierno de Rodríguez Zapatero llevara al agua a su molino.

El Gobierno, que ahora asegura tener las cosas claras y el decreto perfilado, debería haber impuesto algunos criterios con más seriedad y entusiasmo porque ya se veía que el diálogo no avanzaba y que los intereses que deambulaban sobre la mesa no terminaban de ser compatibles con una política general necesaria y con las medidas legales que exigía. La preferencia por el consenso ocultaba, sin duda, la voluntad de derivar la responsabilidad de una reforma que era precisa antes de la crisis (desde luego antes de que el presidente reconociera su existencia). Imposible y nocivo por el retraso que es todavía más grave cuando son muchas las reformas y dramáticos los recortes que todavía nos esperan, bien sea por el sentido común interno o por la presión externa.

Si se hubiese actuado de otro modo, la negociación que ahora debe iniciarse con los grupos parlamentarios podría haber ido madurando. Hasta el momento, el más avezado diputado -tengo la impresión de que no sólo de la Oposición- sabe del contenido de la reforma los detalles que conocemos todos por filtraciones a los periódicos. Y hay que tener en cuenta que, aunque el presidente insista en que la aprobará por decreto, este debe ser ratificado por el Parlamento, que tiene la última palabra.

El portavoz de ERC ha dicho en el Congreso que se trata de hacer en dos días lo que no se ha hecho en dos años. Es un modo gráfico de describir la situación. Es de esperar que, con esa urgencia, el Gobierno, sin desdecirse los criterios que considera imprescindibles, negocie con seriedad el contenido final de la reforma. No sólo para conseguir un respaldo adecuado, que no sería bueno que fuese parecido al del decreto de ajuste del gasto, sino también para que la reforma tenga la profundidad y el detalle que ahora se requiere. Que se requería hace tiempo y ahora urge, más bien.

Germán Yanke

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