El presidente Obama relevaba al almirante Dennis Blair como director de Inteligencia Nacional (DNI) el mes pasado debido a la frustración por la falta de coordinación entre las agencias de espionaje y el temor a que el antiguo alto mando de la marina fuera demasiado propenso a dar opiniones personales y no información sólida.
Blair también perdió puntos con el presidente y sus asesores cuando dejó que su crítica a la CIA fuera demasiado evidente durante las reuniones de alto nivel. Como muchos funcionarios militares, Blair estaba seguro de que la agencia carecía de la formación y la información para cumplir algunas de sus misiones, y que sus agentes seguían una filosofía «dinámica» encubierta que con frecuencia les condujo a actuar antes de pensar.
La decisión de prescindir de Blair, que llevaba meses gestándose, despeja el terreno a que Obama remodele el Gabinete del Director de Inteligencia Nacional, un cargo de competencias no definidas con claridad que no ha funcionado bien en los cinco años transcurridos desde que fue creado.
Funcionarios de la Casa Blanca afirman que Obama quiere un gestor y un coordinador como su director en lugar de un zar de la Inteligencia que trate de gobernar a 16 agencias de Inteligencia independientes informándole. Los funcionarios de la Casa Blanca utilizan palabras como «orquestación», «colaboración», «integración» o «sincronización» cuando hablan de lo que busca Obama.
El presidente no quiere que el director de Inteligencia Nacional acapare las decisiones bajo su paraguas de la forma en que Blair lo intentó en ocasiones. La clave para entender correctamente el puesto, afirma un funcionario de la Casa Blanca, es «influenciar sin consolidar».
La elección de Obama como su próximo director es James Clapper, otro antiguo funcionario del ejército que ahora ocupa el puesto de subsecretario de la defensa para asuntos de Inteligencia. Un funcionario de la Casa Blanca describe a Clapper, ex alto mando de las fuerzas aéreas, como «ideal» para el puesto porque ha ocupado una serie de altos cargos relacionados con Inteligencia sin crearse enemigos burocráticos.
Clapper recibió el visto bueno después de que Obama le pidiera a principios de mayo que redactara un informe resumiendo lo que debía ser el papel del director. Su énfasis en la coordinación era «muy preciso», afirma un funcionario de la Casa Blanca. Otro punto a su favor era el apoyo del jefe de Clapper, el secretario de Defensa Robert Gates, de cuyo juicio Obama se fía.
Uno de los primeros encargos de Clapper, suponiendo que sea confirmado, ilustra el deseo de la Casa Blanca de ajustar las competencias del director de Inteligencia Nacional. A Clapper se le solicita que haga recomendaciones en torno al informe diario de alto secreto Daily Brief que recibe el presidente. En la actualidad, el funcionario de la CIA que lo traslada es acompañado la mayor parte de las mañanas por el director o su representante en funciones. Funcionarios de la Casa Blanca cuestionan que un representante de alto nivel del director tenga que hacer de escolta todos los días. El presidente y sus principales consejeros quieren información de Inteligencia, sin adornos.
Los escépticos apuntarán que lo que ha sucedido realmente aquí es que la CIA ha tumbado a un jefe de la Inteligencia que podría haber amenazado los mecanismos de la agencia. Ésa es desde luego la lectura de los acontecimientos que hacen los partidarios de Blair. Argumentan que Blair se metió en problemas sólo después de cuestionar el control del director de la CIA Leon Panetta sobre los directores de campo en el extranjero y los planes de operaciones secretas.
La cultura de la CIA ha sido desde luego corrosiva, y con demasiada frecuencia obstaculiza los resultados y la transparencia. Pero en este caso creo que Obama tiene razón con el director. Desde que la reorganización de la Inteligencia se implantara en el año 2004 vengo argumentando que se trata de una reforma mal encaminada que añadía capas de burocracia sin mejorar las operaciones o el análisis.
La decisión de Obama de prescindir de Blair era apoyada por un estudio presentado el mes pasado por la Junta Asesora de Inteligencia del presidente, una entidad supervisora presidida por el senador de Oklahoma David Boren y el senador de Nebraska Chuck Hagel. Según un funcionario de la Casa Blanca, ese informe concluía que la estructura del Gabinete del Director estaba «cargada de burocracia y recursos» y en ocasiones obstaculizaba las misiones de las agencias que se suponía coordinaba. El informe argumentaba que ningún director de Inteligencia Nacional podría tener éxito a menos que estuviera autorizado por el presidente; la mala química entre Obama y Blair hacía imposible esa relación, evidentemente.
El grupo de trabajo no recomendaba ningún cambio de plantilla en su informe escrito. Pero en la vista oral a puerta cerrada con Obama, Boren y Hagel decían que teniendo en cuenta los precedentes, era improbable que Blair pudiera desempeñar el cargo con eficacia.
El relevo del DNI ha sido fascinante en lo que respecta al enfoque de Obama sobre la Inteligencia. Él quiere hechos, no críticas; desconfía de los ayudantes como Blair, que manifiestan sus opiniones personales, y valora en consecuencia a los colegas discretos como Gates; no quiere supervisar la Inteligencia desde un feudo independiente, sino desde la Casa Blanca, donde el ex funcionario de la CIA John Brennan ocupa el puesto de asesor de seguridad nacional en funciones.
Lo que es incuestionable es que este presidente está utilizando las agencias de Inteligencia de forma agresiva y, al prescindir de Blair, ha optado por reorganizar la estructura para obtener mejores resultados.
© 2010, The Washington Post Writers Group
David Ignatius