El presidente Kennedy dijo en su discurso de investidura aquello de “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer por tu país”.
Yo me lo he preguntado y ya lo tengo claro. Lo cuento pues con ustedes no tengo secretos. Este verano mi destino es Galicia. Lo dicen los anuncios en la tele y tienen razón.
Este año, además, podemos ganar el Jubileo y por ello voy a realizar andando los últimos 200 metros del Camino de Santiago. No es la primera vez que lo hago y como experto me permito recomendarles que sigan escrupulosamente las instrucciones que les indique cualquier parroquiana debidamente acreditada. Es un poco complicado: hay que dar cabezazos en lugares concretos y pasar por puertas oportunas. Toda una experiencia y una peripecia.
Una vez cumplido con lo espiritual toca lo material en el sentido más noble: la patria.
Para ello hay que dirigirse a la maravillosa ría de Vigo y allí, equipado como mandan las heroicas circunstancias, comenzar la empresa patriótica.
El equipo básico se compone de bañador, gafas para submarinismo, un tubito de esos horteras para respirar y unas aletas. Estamos en crisis.
Vestido de esta guisa, servidor ha hecho muchas veces el gilipollas siguiendo peces a los cuales nunca he querido pescar ni maltratar. No he estado en Supervivientes y por ello no me he visto en esa tesitura. Lo único que pretendía era entablar amistad con los hermanos-peces, que diría mi tocayo San Paco de Asís.
Me consta que lo he logrado, ya que en el mundo submarino todo se sabe. Por ello estoy seguro que mis hermanos-peces me dirigirán directamente al galeón Santo Cristo de Maracaibo que unos hijos de la Gran Bretaña atacaron y hundieron allá por el siglo XVIII, a la vista de las queridas costas gallegas, y dejaron a toda su tripulación con los percebes en los labios. La realidad es que lo de pérfidos les viene al pelo.
Dicho galeón está ahí y contiene, según informaciones extraoficiales, una “pasta” cuantificada en más de 3.500 millones, que no sólo aliviaría nuestra deuda exterior sino que dejaría a los de Flandes con un palmo de narices.
Supongo que cuando estas líneas vean la luz, recibiré todo tipo de llamadas interesadas, pero todo será inútil. Cuando lo encuentre lo restituiré a la Dirección General del Tesoro, ya que la frase de Kennedy me llegó al alma.
Hay que reconocer que ese hombre, un auténtico icono para nuestra generación, aparte de algunos defectillos, tenía un gusto exquisito para ligar.
Paco Fochs