viernes, noviembre 22, 2024
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Los vaivenes de la afición roja

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Entre luchas de gladiadores balompédicos y espectáculos públicos del corazón, los espectadores se olvidan durante algunos instantes de sus problemas y se convierten en emperadores del coliseo internacional llamado televisión. Los césares actuales no apuntan sus pulgares hacia la verticalidad, sino que los presionan sobre unos pequeños números situados en un rectángulo de polietileno.

Los magnates de los medios de comunicación saben muy bien cómo enardecer los ánimos: crean expectativas de gloria y sensaciones de inusitado coraje para simular una realidad alejada de bagatelas mundanas. Los patrocinadores de la selección española de fútbol han arengado a los aficionados de “la roja” y animado a detractores futbolísticos durante semanas.

Las contrariedades cotidianas se alejaron de puntillas el miércoles a las 16.00 horas y regresaron cuando el equipo contrario reivindicó su presencia sobre el césped. Aunque pueda parecer inverosímil, con el partido contra Suiza se paralizó el país. A golpe de epiglotis, la sobremesa se sirvió con cervecita, patatas fritas, y se aderezó con los esforzados contoneos de unos chicarrones rojos que se movían, veloces, en un estadio sudafricano. Se colocaron grandes proyectores en las salas de reuniones empresariales, en aulas magnas, bares y centros comerciales. En las calles, las ruidosas obras dejaron paso al silencio hasta que un quejido ronco se apoderó del ambiente: la contrariedad había regresado, las patatitas se atragantaron en el garguero y la cerveza rezumaba por las fosas nasales después de tan tremenda decepción. Así se comporta la vicisitud, viene y va, se asoma trémula, se esconde cuando conviene, incorpora un sistema de protección emocional que mitiga ansiedades y una precaria tarjeta de memoria que se satura pronto.

Desconocemos cuál será el resultado final del Mundial de Fútbol, pero sí sabemos que el graderío olvida pronto los logros, condena con vehemencia los errores cometidos dentro y fuera del terreno de juego y que los de la pantaloneta podrán recuperarse del estrés en suntuosos balnearios.

Mariam Budia

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