domingo, noviembre 24, 2024
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Carencia de niños

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Una de las noticias más tristes que he podido leer en estos días es la disminución de la tasa de natalidad, cifrada en un 3% anual, lo cual hace que llegue a un 30% por generación aproximadamente. Como esto siga así, ser español será tan exótico como ser un indio arapahoe. Espero no tener que verlo.

 

Me ha interesado profundamente este tema, ya que mis vecinos no hacen más que desmentir las encuestas y afortunadamente alegran cada año la piscina comunitaria con nuevos españolitos, los cuales me producen ternura por sus  primeros andares bamboleantes  que parece fueran debidos a una dieta a base de vodka o algo parecido. Es un paisaje surrealista y ustedes ya saben que eso me gusta. Unos se van y otros vienen. Así es la vida. Pero parece que en el resto de España las cosas no son así.

 

Aparte de sentimentalismos o frivolidades, esta es una pésima noticia para un país.

 

En el estudio en profundidad que uno ha realizado sobre este tema, han surgido todo tipo de causas y tópicos: ya saben; la economía, no querer traer criaturas a este valle de lágrimas o la distribución de las casas entre otras. Hasta que he encontrado una que considero decisiva y nefasta, ya que contradice la leyenda del “pan debajo del brazo”.

 

Debo decir que ha sido duro, pero ustedes supongo que no esperan de mí que este asunto tan serio lo resolviera con unos argumentos poco rigurosos.

 

Por ello no me importa señalar: es la Dirección General de Tráfico. Me explicaré: dicho organismo nos ha llenado el maletero de nuestro querido utilitario de chalecos o triángulos peligrosos al tacto, homologados, comprados con urgencia y con precios de alarma. Una vez utilizada esta parte del coche, se han dedicado al asiento de atrás.

 

Así, cuando a un padre le comunican la buena nueva, piensa que ha ganado un hijo pero ha perdido los asientos traseros. Si se me permite decirlo así. Por ello sale corriendo al quiosco más cercano o se sumerge en las páginas de internet, para saber qué modelo acogerá la o las cápsulas espaciales que la DGT ha impuesto para los bebés desde su nacimiento hasta casi la universidad.

 

Cualquier coche de esos llamados berlinas, no soporta la presencia en su asiento trasero de tres cápsulas espaciales. Por todo ello el paso de dos a tres hijos se convierte en una cuestión de estado (nunca mejor dicho) siempre que no sean mellizos, en cuyo caso hay que acudir a la sección de autobuses o similares.

 

Dicen que los accidentes han bajado, pero no se engañen, el mérito es de las autopistas. Las medidas, multas o prohibiciones lo único que consiguen es deprimir.

 

Para tener un hijo hace falta lo contrario: ilusión. Después ya viene lo de la responsabilidad. Lo del coche, de verdad, no anima.

Paco Fochs

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