sábado, noviembre 23, 2024
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Emociones y reflexiones

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Confieso públicamente que ciertos ambientes me pueden. No creo ser el único, todo lo contrario, pero tal vez soy de los pocos que lo reconocen. Podría llegar incluso a ser manipulable. Lucho contra ello ya que esto sería un pecado mortal y una falta de respeto hacia ustedes. También hacia mí. Así que debo controlarme y después de una descarga emocional, buscar siempre una reflexión, cosa que aconsejo a todo el mundo, antes de tomar cualquier decisión.

Si paso un fin de semana, por ejemplo, en Vitoria y contemplo en tan hermoso escenario una demostración del folklore de allí, inmediatamente me sube un frío por la mejilla, que es la primera señal de la emoción y acto seguido comprendo en su totalidad la profundidad del alma vasca. Varios fines de semana y puedo llegar a convertirme en lo que se llama un nacionalista radical.

Lo mismo ocurre, pero todavía con más razones, si escucho una Sardana en mi Catalunya natal, sea en una plaza de Girona o en el Montseny. O unas habaneras en Calella de Palafrugell. Con esta banda sonora es posible que me manifestase por lo del Estatut, sin tener muy claro cuántos y cuáles son los artículos de la discordia.

Las mascletas valencianas me producen deseos de ser cantante o humildísimo discípulo de Blasco Ibáñez, en especial cuando empieza a sonar el himno de Valencia al cual considero como uno de los mejores y más emotivos, aparte del que compusieron para el Sevilla Club de Fútbol. Que también me hace temblar.

Unos días en Galicia e incluso Portugal, y a la vuelta contraigo esa enfermedad llamada morriña que me dura varios días.

Si mi vida transcurriera en un pueblo o pequeña ciudad, es seguro que ese lobby llamado “el qué dirán”, que existe en todos ellos, condicionaría en gran parte mi vida.

Como ustedes comprenderán las personas tan influenciables necesitamos organizar todas las emociones descritas, ya que, en mi caso, tampoco deseo renunciar a ellas por nada del mundo. Ni que me las utilicen. Son mías y me gusta coleccionarlas.

Para ello nada mejor que reflexionar, viajar o vivir en un oasis emocional. En este sentido Madrid cumple perfectamente su papel de capital. Aquí lo de las emociones las tengo reservadas para cuando nos visitan Barenboim, Paul McCartney, los Rolling Stones y otros varios.

Esto que puede parecer una crítica o incluso una frivolidad, es uno de los mayores elogios que puedo realizar a la capital de un país crispado desde hace siglos, precisamente por la irresponsable utilización política de sus emociones.

Paco Fochs

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